Por Katya J. Orozco Barba
“Se conoce más a una persona en una hora de juego que en un año de conversación.”
– Platón 427-347 a.C
En la adolescencia y la adultez, el juego cada vez va quedando relegado, como si fuera algo solo disponible en la infancia; algunos lo consideran una pérdida de tiempo.
Hay mucho de qué hablar sobre las bondades del juego, no solo para los niños, sino también para los adultos; no obstante, se mencionará sobre la ausencia del juego en la infancia actual.
Según el investigador inglés, Peter Gray, en los últimos cincuenta y sesenta años, las personas nos hemos alejado gradualmente del juego. Durante este periodo de tiempo, ha habido una continua erosión en la libertad y en la oportunidad de los niños de jugar, jugar de verdad, jugar libremente. Esto ha sido documentado por historiadores y científicos sociales, y bastaría con mirar un poco para corroborarlo.
El lector quizá haya escuchado sobre el sobrediagnóstico en todo tipo de trastornos mentales en la infancia. Es conocido que la correlación no necesariamente es causal; no obstante, llama la atención que, a decremento de actividades lúdicas, haya aumento en casos de ansiedad y depresión en niños y adolescentes, no solo en Aguascalientes, sino en el mundo en general.
Los niños experimentan el mundo a través del juego; es como un filtro a través del cual todos los nuevos estímulos y experiencias se traducen al lenguaje propio del niño, y sólo entonces pueden ser comprendidos por él.
El niño aprende, construye y desarrolla su ser social a través del juego. El juego es el primer espacio de encuentro, el principal nexo con el mundo, y es ahí donde se va construyendo colectivamente y se va fortaleciendo el sentido comunitario.
Hay tiempos difíciles; muchas situaciones pasan fuera de nuestro control. El juego es el único lugar donde el niño tiene la oportunidad de sentir que tiene el control de su vida; al usurparlo, se pierde la oportunidad de aprender y ensayar la solución sus problemas.
El juego es donde se experimenta la alegría y se aprende que el mundo quizá no es tan deprimente y aterrador, después de todo.
Hay por ahí un clamor social donde se escucha la petición de más escuela, más conocimiento, más habilidades para los niños… pero no más juego.
Una de las posibles razones por las que el juego ha disminuido es la importancia que se le ha dado a la escuela, pero una razón aún más importante ha sido la extensión más allá de las paredes escolares, es decir, hay una visión escolarizada del desarrollo del niño.
Así, la infancia pasa de ser un tiempo de libertad a ser un momento de reanudar la construcción y producción de “saberes.”
Quizá podamos admitir que esto ha sido responsabilidad de la “nueva” adultez, pues hemos hecho esto a los niños. Empecemos por mirar la responsabilidad y entonces decir que sí se puede hacer algo al respecto.
Quizá los niños no necesitan más tiempo en la escuela; tal vez se necesita una mejor escuela, donde el juego sea el principal rector de la educación.
Referencias
Gray, P. (2016). Aprender en libertad: Cómo recuperar nuestro instinto de juego para transformar la educación. Esto no es una escuela.
Vigotsky, L. (1933). El juego y su papel en el desarrollo psíquico del niño. Escritos sobre arte y educación creativa de Lev. S. Vygotski. Madrid: Fundación Infancia y Aprendizaje.
“Quizá los niños no necesitan más tiempo en la escuela; tal vez se necesita una mejor escuela, donde el juego sea el principal rector de la educación.”
Katya J. Orozco Barba