Por Joaquín Cruz Lamas
Dicen que el emperador Carlos V solamente tenía tres libros junto a su cama: El Príncipe, de Maquiavelo, la Biblia y El Cortesano,de Castiglione. Podría decirse que cada uno de ellos le servía para formar un aspecto distinto de su persona: Maquiavelo para la política y la prudencia, la Biblia para el espíritu y Castiglione para un aspecto que hoy en día la cultura tiende a ignorar: el buen gusto y la cortesía.
Lo que el emperador consideró en aquel entonces como un aspecto fundamental de su vida parece ahora ser una cuestión de segundo plano. Casi todo el mundo sabe de qué trata El Príncipe, y casi todo el mundo sabe de qué va la Biblia, incluso si no han leído ninguno de los dos. Pero muy pocas personas saben qué dice Castiglione en su obra maestra. El Cortesano es un libro escrito de forma similar a El Príncipe. Si bien la cuestión de la cual habla cada uno es radicalmente distinta, ambos están escritos dentro de un subgénero literario que se denominaba speculum principium – espejo de los príncipes. Dicho subgénero tenía la finalidad de educar a sus lectores – principalmente miembros de la aristocracia – sobre las maneras correctas de comportarse y de actuar; tales enseñanzas podían orientarse a diversos ámbitos como política, administración, dominio de las virtudes o normas de etiqueta. El Príncipe, por su naturaleza radicalmente pragmática y fría, es un contra-ejemplo de un speculum. El Cortesano, por otro lado, es la quinta esencia de los speculua – speculum, en plural.
Castiglione nos enseña varias lecciones para toda la vida que, creo yo, no pasan de moda ni se agotan en una sola época o contexto. De acuerdo al historiador Kenneth Clark, la gran ventaja de Castiglione fue el haber fundado sus principios en valores humanos de reconocimiento prácticamente universal. En El Cortesano se nos dice que una persona cortés debe evitar lastimar los sentimientos de otros individuos, que es de mal gusto presumir las posesiones y con ello hacer sentir a otros inferiores, que nuestro trato debe de ser amigable y natural, sin complicaciones ni presunciones. Nos dice también que, aunque seamos gentes de mundo, no por ello hay que ser mundanos. Todas ellas lecciones que Carlos V consideró de suma importancia y que nosotros, a medio milenio de distancia, no deberíamos de ignorar.
“Maquiavelo para la política y la prudencia, la Biblia para el espíritu y Castiglione para el buen gusto y la cortesía.”
Joaquín Cruz Lamas