El ejercicio físico no solo es clave para mantener un cuerpo sano, sino también para preservar y mejorar nuestra salud cerebral. A medida que nuevas investigaciones emergen, los beneficios de la actividad física en la función cognitiva se vuelven más claros y contundentes. Desde mejorar la memoria y la atención hasta disminuir el riesgo de enfermedades neurodegenerativas, el ejercicio juega un papel esencial en el bienestar integral.
Un estudio realizado por el University College de Londres, que siguió a casi 5.000 personas, demuestra que tan solo seis a nueve minutos de actividad física de intensidad moderada a vigorosa al día pueden mejorar la función cognitiva. Los participantes que dedicaron este tiempo al ejercicio, en comparación con aquellos que pasaron el tiempo sentados o realizando actividades de baja intensidad, mostraron mejoras significativas en su capacidad mental. Además, investigaciones adicionales han comprobado que una sola sesión de ejercicio vigoroso puede mejorar la función cerebral durante un periodo de hasta dos horas.
Este tipo de mejoras en la función cognitiva no solo benefician a los adultos. Un metaanálisis reciente publicado en Pediatrics, que se centró en niños y adolescentes, concluyó que los beneficios del ejercicio van más allá de la mejora en las funciones cognitivas, extendiéndose incluso al cociente intelectual (CI).
La profesora Wendy Suzuki, experta en neurociencia de la Universidad de Nueva York, respalda estos hallazgos. En su investigación, un grupo de participantes que realizó una hora de ejercicio vigoroso, combinando bicicleta con calentamiento y enfriamiento, mostró una mejora notable en las pruebas cognitivas, especialmente en la función de la corteza prefrontal, una región clave para el razonamiento, la resolución de problemas y la memoria.
Curiosamente, no es necesario realizar entrenamientos intensivos o largos para experimentar estos efectos. Actividades como bailar tango también tienen beneficios para el cerebro. El neurocientífico Agustín Ibañez, experto en neurociencia, explica que el tango es una «intervención multicomponente» que estimula no solo la parte motora, sino también la auditiva, psicológica y social. Esta danza mejora el control motor y la plasticidad cerebral, favoreciendo el desarrollo de funciones ejecutivas, como la planificación y la secuenciación de acciones.
El doctor Flavio Mercado, jefe de Neurología del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires, señaló que la actividad física, especialmente la caminata vigorosa y regular, tiene un impacto directo y positivo en la salud cerebral. Además de prevenir el deterioro cognitivo y enfermedades como la demencia, el ejercicio mejora el estado cardiovascular, lo que incrementa la oxigenación cerebral.
Según el Dr. Mercado, el ejercicio actúa sobre múltiples mecanismos para proteger el cerebro. Aumenta el flujo sanguíneo y la oxigenación, modifica el perfil lipídico, mejora la sensibilidad a la insulina, reduce el estrés y la ansiedad, y promueve la secreción de endorfinas, conocidas como las «hormonas de la felicidad». Además, fortalece la memoria al incrementar el volumen del hipocampo, la región cerebral clave para la formación de recuerdos.
Las siguientes son actividades físicas que protegen el cerebro:
- Ejercicio aeróbico regular: Actividades como caminar, correr, andar en bicicleta o nadar aumentan el flujo sanguíneo al cerebro y estimulan el crecimiento del hipocampo, lo que favorece la memoria y el aprendizaje.
- Entrenamiento de resistencia: Estudios indican que este tipo de ejercicio, como levantar pesas, tiene un impacto positivo en la memoria y otras métricas cognitivas, especialmente en personas mayores.
- Yoga: Investigaciones de la Universidad de California han demostrado que una práctica regular de yoga mejora la memoria verbal y la visual-espacial en personas mayores de 55 años.
- Taichí: Con su enfoque en la relajación y el movimiento controlado, ha mostrado mejorar el razonamiento, la memoria y la planificación en adultos mayores sin deterioro cognitivo importante.
- Baile: Bailar regularmente reduce el riesgo de demencia en un 76 %, más del doble que la reducción asociada con la lectura.