Por Rodrigo Díaz de León Martí
Todo emprendedor se enfrenta con obstáculos enormes que se interponen entre él y su visión. Estas dificultades pueden ser aparentemente imponentes, pero es importante acometerles con ánimo y audacia, sin dejar de tener los pies sobre la tierra ni perdiendo el enfoque estratégico para hacerlo. Embarcarse en una aventura de este tipo exige estoicismo y actitudes proactivas, pues, de otro modo, las olas pueden convertirse en tsunamis. El empresario, además, debe bruñir y poner en uso las siguientes destrezas:
- Inventiva: los problemas no son tibios; o se vencen, o éstos vencen. Es por ello que una mente fresca, creativa y abierta es importante para abatirlos.
- Carisma: consecuencia natural de cuando el proyecto apasiona al emprendedor. La motivación y el sentido de trascendencia son las semillas de esta cualidad, que sirven para contagiar de entusiasmo a clientes y colaboradores por igual.
- Disciplina: la organización, el establecimiento de objetivos y metas, la congruencia, la limpieza y la ejecución de los planes son elementales para el progreso de cualquier iniciativa.
- Determinación: crucial para seguir adelante cuando el proyecto corre el riesgo de estancarse o el trabajo difícil aparece. Esto implica no perder de vista la visión final de la empresa y tener la capacidad de motivarse al contemplarla.
- Participación: ninguna empresa es una “banda de un solo hombre.” Es necesario saber compartir, delegar, comunicar y trabajar en equipos interdisciplinarios para la construcción de la sinergia del progreso.
No es necesario tener las destrezas del emprendedor desarrolladas al cien por ciento para dar el primer paso; muchos emprendedores carecen de experiencia y no se han puesto a prueba a sí mismos. No obstante, es necesario que estas cualidades se afinen progresivamente, a medida que se avanza en el proyecto, puesto que facilitan la marcha del mismo, lo materializan y además potencializan su impacto social.