En el cine, la cocina ha sido mucho más que un espacio de preparación. Se ha convertido en la protagonista narrativa. Desde las comedias animadas hasta los dramas más crudos, cocineros, comensales, platos y restaurantes han sido metáforas de lo humano: del fracaso y la redención, del amor, la pérdida, la memoria y el deseo de pertenencia.
Películas como Ratatouille (2007), El menú (2022), La Cena (2017), Boiling Point (2021) o la serie The Bear (2022-) demuestran cómo la gastronomía en el audiovisual ha evolucionado hacia una representación emocional compleja.
Esta sinergia entre cine y cocina ha dado lugar a una nueva tendencia editorial que encuentra en el cruce entre la cultura cinematográfica y la alimentación un campo fértil de reflexión. Uno de los ejemplos más recientes es Comer de Cine (Plataforma Editorial), obra de Josep Pont, que propone una lectura singular: la de la nutrición como experiencia emocional, acompañada por análisis cinematográficos de doce películas clave y recetas inspiradas en ellas. El resultado es una obra inclasificable: ensayo, diario personal, recetario o, como define su autor, “un viaje emocional de película”.
“El libro nace del deseo de unir dos pasiones —el cine y la nutrición consciente— para anclar algunos aprendizajes esenciales que considero necesarios hoy en día”, explica Pont. A través de escenas, recuerdos personales y propuestas culinarias, el lector es invitado a pensar la comida no solo como necesidad fisiológica, sino como vínculo emocional. Así, por ejemplo, a partir del universo de Star Wars, el autor propone un desayuno de porridge de avena con arándanos, cacao y nueces; o, para imitar la energía de Rocky, una sencilla receta de huevos revueltos con jamón.
El planteamiento de Comer de Cine se inscribe dentro de una tendencia que ha comenzado a encontrar su espacio propio en las librerías, con títulos como ¡Corten! 100 recetas de película, de Iñaki Mayora (Col&Col), Cine a la Carta, de Helena García Ulldemolins (Ediciones Raima) o Gastronomía de Película, de Carlos Ruiz del Castillo Pérez de Arenaza (Cooking Books), este último una ambiciosa recopilación de más de 300 películas analizadas desde la óptica gastronómica, donde el autor no solo destaca los platos que aparecen en pantalla, sino también su valor narrativo, simbólico y estético.
La cocina, como el cine, es un arte del tiempo. En ambos, el ritmo, la tensión, los silencios y los detalles son esenciales. Así lo señala Jaume Ripoll, cofundador de Filmin y prologuista de Comer de Cine, al afirmar que “las buenas películas deben saborearse como los grandes platos: despacio”. En este espíritu, Pont dedica un capítulo a Lost in Translation (2003), en el que reflexiona sobre la creciente soledad de la sociedad contemporánea, marcada por las relaciones efímeras y la cultura de la inmediatez. Frente a ello, el cine y la cocina se ofrecen como refugios íntimos, espacios para reconectar con uno mismo y con los demás.
Comer de Cine invita, por tanto, a una doble experiencia: la de mirar películas con una nueva sensibilidad, y la de sentarse a la mesa no solo para alimentarse, sino para recuperar el placer de lo cotidiano. En tiempos de velocidad, ruido y superficialidad, Josep Pont propone una pausa. Una pausa que, como toda buena comida o gran película, merece ser compartida.