La sociedad avanza y prueba de ello es el último hecho histórico recientemente vivido en los Estados Unidos, donde ya se aprobó la producción y comercialización de “carne” de pollo fabricado en laboratorio.
Por primera vez, las autoridades regulatorias y alimentarias de nuestro país vecino -nuestro mayor aliado comercial- advirtieron que sí es seguro consumir este nuevo tipo de “pollo”.
No sólo eso, tal es la seriedad de esta nueva política que ya algunos restaurantes empezarán a comercializarla y a trabajarla.
Aunque ya algunos restaurantes norteamericanos decidieron empezar a usar este nuevo insumo en sus platillos, la realidad es que, por lo pronto, la carne de pollo de laboratorio es más cara que la natural.
Beneficios: menos muerte y maltrato animal
La idea no surgió de la nada, con la reciente aprobación se pretende contribuir al bienestar de los animales y al medioambiente, evitando muertes crueles o derivadas del maltrato animal.
En Singapur, por ejemplo, el pollo de laboratorio ya se comercializa por diferentes vías y todo apunta a que esa será la tendencia en un futuro, tendencia que poco a poco irán adoptando los países que empiecen a explorar esta posibilidad.
Con respecto al impacto en el medio ambiente, esta “carne” ayuda a disminuir en un 90% las emisiones de carbono. Otro beneficio directo es que se dejarían de ingerir antibióticos u hormonas externas.
Esta “carne” es cultivada en tanques de acero con células provenientes de un animal vivo, agua, sal, un banco de células o un óvulo fecundado. Cuando se logra, el alimento sale en planchas grandes a las que después se les da la forma de chuletas de pollo o salchichas.
En el proceso las células se van multiplicando hasta llegar a características similares de un músculo, y en ese punto se recoge el material necesario para finalmente procesarlo como un alimento.
Independientemente de lo que implica este cambio en la sociedad, vale la pena preguntar: ¿comerías pollo de laboratorio?