Septiembre | 2021
Por Joaquín Cruz Lamas
Me gustaría, primero que nada, hablarles sobre la utopía. La Real Academia la define de la siguiente manera: ‘proyecto deseable, pero irrealizable’. El primero en utilizar la palabra fue Santo Tomás Moro en su libro del mismo nombre. En él, describía una sociedad política ideal, en la cual los problemas eran mínimos y podían resolverse con eficiencia. En pocas palabras, diríamos que una utopía es una especie de sociedad perfecta.
¿Se puede conseguir hacer algo así? El primer problema al pretender construir una comunidad perfecta es que no todos tienen la misma idea de perfección. Algunos pensarán quizá que en una sociedad ideal todos son educados de forma gratuita en las escuelas, pero quizá otros piensen que lo mejor es educar a los hijos en casa. Unos abogarán por la libertad y otros por la igualdad. De hecho, ya ha habido varios intentos de lograr proyectos utópicos, y en ellos solamente se han hecho penosamente evidentes las limitaciones de la naturaleza humana y nuestra tendencia a diferir en mil y un detalles.
El primero en tratar de concebir una sociedad perfecta con el objetivo de llevar a la práctica sus propuestas (Moro siempre supo que su proyecto era imposible) fue Rousseau. Si bien sus ideas inspiraron movimientos como la revolución francesa, al final tales movimientos siempre tuvieron que terminar negociando una especie de término medio donde las partes estuviesen de acuerdo. Los soviéticos en Rusia también trataron de llevar a cabo un plan totalizador que transformara todos los aspectos de la vida para encaminarlos a la sociedad ideal. Fracasaron rotundamente.
Dicen algunas personas que lo bueno es enemigo de lo perfecto. Creo que tienen mucha razón. Lo perfecto, en estricto sentido, ni siquiera existe. Al menos no como lo entiende nuestra limitada y medio bruta mente humana. No se apuren, que seamos medio brutos significa que también somos medio inteligentes. Esa media inteligencia nos puede orientar a lo bueno; lo cual nunca será perfecto, pero, si lo piensan, ahí está toda la diversión, puesto que siempre se puede mejorar. Siempre se puede crecer. Mi recomendación para emprender cualquier proyecto es esa, busquemos lo bueno y real, no lo perfecto e imposible. Lo perfecto siempre nos dejará frustrados, lo bueno será lo que nos permitirá alcanzar nuestras metas.