Por Joaquín Cruz Lamas
Mucho antes de la época de los memes ya existía en el mundo la sátira. Mucho antes de los videos de TikTok que se burlan de las soluciones elaboradas a problemas simples, ya existía un hombre que se mofaba de las sandeces de la humanidad. En tiempos del Renacimiento, Erasmo de Rotterdam, posiblemente una de las personas más inteligentes que ha pisado la Tierra, escribió un libro titulado El Elogio de la Locura. En dicha obra, Erasmo nos presenta al personaje principal, es decir, la locura misma, personificada en la voz del narrador. Se podría decir que la obra entera es un monólogo de la locura en el cual esta se presenta a sí misma y se defiende con una larga apología.
Ningún sector de la sociedad es perdonado en esta obra representativa de la literatura mundial: aristócratas, reyes, comerciantes, intelectuales, campesinos, trabajadores, el clero, etc. Todos son señalados. La locura no les reprende nada, al contrario, nos demuestra más bien que todos ellos —todos nosotros— tarde o temprano terminan sucumbiendo ante sus encantos. Es decir, todos los seres humanos terminan, tarde o temprano, actuando de forma irracional, diciendo o haciendo sinsentidos. Por mucho que nos jactemos de ser criaturas racionales, al final del día nadie se salva de la locura.
¿Cuál es el punto de Erasmo? La obra no tiene el propósito de deprimir al lector, todo lo contrario, se trata de una sátira muy ingeniosa que, estoy seguro, aún a tantos años de su publicación, nos sigue sacando una sonrisa a sus lectores. Más bien se trata de aceptar nuestras muchas imperfecciones intelectuales (todas aquellas veces que hemos dicho o hecho alguna tontería) con sentido del humor. Erasmo nos recuerda que hasta los más letrados e inteligentes miembros de la especie pueden llegar muchas veces a cometer una sandez. Como ejemplo les recuerdo lo que bien dicen algunos memes hoy en día: incluso los profesores con tres doctorados son incapaces de encender un simple proyector. Mi consejo es que, junto con Erasmo, sepamos tomarnos con humor nuestros desperfectos, eso sí, siempre teniendo en cuenta que a pesar de nuestras tonterías siempre seguirá siendo mejor apostar por la razón.