Por Joaquín Cruz Lamas
Casi siempre pensamos en el arte visual como una serie de objetos que se exponen en museos. Nos resultan muy lejanas aquellas obras que tienen su propio espacio reservado, apartado del resto del mundo. Olvidamos que el arte habla, en última instancia, sobre la vida y que, a su vez, los protagonistas de la vida no son otros que nosotros mismos. ¿De qué se va a tratar el arte si no de nuestra propia historia, de la historia de la humanidad? Incluso aquello que llamamos arte sacro trata también de una relación entre lo humano y lo divino. No hay pieza artística que se escape de la perspectiva humana.
Teniendo eso en mente, quiero hacer algunas recomendaciones de piezas de arte que pueden ayudar a sobrellevar los difíciles tiempos presentes. Me voy a centrar en piezas cuyo motivo central es la dulzura y la ternura humanas. Comienzo evocando la antigua tradición de los iconos bizantinos; entre la inmensa variedad que de ellos hay, quisiera señalar aquéllos que retratan a la madre con el niño, precisamente porque resaltan un aspecto universal del género humano: el amor mutuo de una madre y un bebé. Hay muchos tipos de iconos con este tema; mis favoritos son los que se conocen como madonnas eleusa. Este tipo de pieza retrata a la madre con el niño en un abrazo cálido en el que se tocan sus mejillas. Muchos artistas incluso los retratan sonriendo, cosa que era inusual en aquel tiempo. Pocas piezas de arte me parece que logran evocar un sentimiento de calidez de manera tan simple y tan eficiente. Algunos ejemplos de este tipo de representación – aunque no estrictamente bizantinos – son: la Madonna Tempi de Rafael, la Virgen con el niño de Della Robbia, la Madonna Pazzi de Donatello y la Madonna Cambrai.
Otros ejemplos – hay muchísimos como para agotarlos aquí – de piezas artísticas en las que encontramos calidez y ternura humanas son las pinturas de Bouguereau. Todo su arte se ha convertido en un lugar común para fabricar postales y litografías para colocar en los hogares, precisamente por la calidez que se puede ver reflejada en muchos de sus cuadros. Casi cualquier obra suya habla directamente a algún aspecto de la humanidad. Finalmente, una última recomendación es El retorno del hijo pródigo de Rembrandt. Creo que pocos cuadros pueden reflejar tan bien el sentimiento de arrepentimiento y gratitud como ese, así como la magnanimidad del padre que recibe a su hijo.
“Olvidamos que el arte habla, en última instancia, sobre la vida y que, a su vez, los protagonistas de la vida no son otros que nosotros mismos.”
Joaquín Cruz Lamas