Por Óscar A. Gonález Viscencio
El 2020 ha sido uno de los años más retadores para los administradores de empresas. La situación sanitaria devino en una gran cantidad de restricciones a la cotidianidad, que provocaron cambios incalculables en las dinámicas comerciales y que trajeron consigo caídas estrepitosas en algunos sectores y aceleraron crecimientos para otros tantos.
Lo que invariablemente podemos afirmar ahora mismo es que 2021 se presenta como un nuevo desafío, un enigma que nos tocará aprender a descifrar. Después del caótico cierre de la década, parece que ya nada logrará sorprendernos; sin embargo, en el horizonte aparecen infinidad de escenarios, muy diferentes unos de otros y tan factibles todos que cualquier planificación financiera, proyección de ventas, lectura de tarot o de la bola de cristal juegan en la misma liga de esfuerzos sin propósito.
Sin embargo, esta idea es errónea. Por ello, es necesario que el administrador moderno vaya más allá de los convencionalismos de la escuela clásica y se prepare por medio de diferentes herramientas que le permitan enfrentar de mejor manera la aparición incluso de los entornos más alejados de la lógica. El conocimiento de los resultados de una empresa a partir de cálculos como la capacidad de endeudamiento, la razón de liquidez corriente o las pruebas ácida y súper ácida permitirían que el encargado de la empresa vislumbre salidas ante distintos panoramas.
Entendamos pues que todo crecimiento y decrecimiento exige el cambio en la utilización de los recursos que bien podemos tener en caja, en activos de corto o largo plazo e, incluso, no tenerlos. En consecuencia, es indispensable conocer el límite crediticio al que la empresa está en condiciones de apostar sin que comprometa su integridad financiera, tanto si la compañía se encuentra en declive o si se encuentra en ascenso. En este sentido, me gustaría formular una precisión necesaria sobre todo para quienes manejan pequeños y medianos negocios: la adquisición de deuda debe entenderse en todo momento como una herramienta para la consecución de objetivos. La pregunta que queremos responder entonces es: ¿cómo hago para conocer mi capacidad de endeudamiento?
La recomendación habitual en el campo de las finanzas personales es que las cuotas de crédito no superen una tercera parte de los ingresos. En otras palabras, si tu proyección es obtener 6 mil pesos pesos al mes, tus pagos no deberán exceder los 2 mil pesos mensuales; no obstante, en un momento apremiante, este límite podría estar sujeto a otros cálculos. Con base en lo anterior, me gustaría recomendarte un ejercicio básico a partir de la siguiente fórmula matemática:
Capacidad de endeudamiento = (Ingresos totales mensuales promedio – Gastos fijos y variables) X (0.33)
Esta operación te permitirá identificar la cuota máxima que podrías cubrir en función del nivel de gastos e ingresos actuales; no obstante, debes tener en claro que si estás obteniendo un crédito para aumentar tu capacidad, ambas variables se verán modificadas.
Por su parte, la razón de liquidez corriente es un índice numérico que nos dice si la empresa cuenta con los fondos para solventar sus compromisos a corto plazo, o bien, si para tal propósito necesitaría de echar mano del flujo de efectivo o incluso de un financiamiento. Para calcularlo, existe la siguiente operación:
Activos Corrientes / Pasivos Corrientes = Liquidez corriente
Esta fórmula debe interpretarse a razón de que si el resultado es un número demasiado bajo, entonces podríamos comprometer la liquidez de la empresa en un momento apremiante. Por otro lado, si el resultado es una cifra demasiada alta, podría ser síntoma de que la empresa sencillamente es improductiva.
Por ejemplo, si nuestra empresa cuenta con 35 mil pesos en los activos corrientes y con compromisos con un plazo igual o menor a un año por 19 mil pesos, nuestra razón de liquidez corriente sería igual a 1.84, lo que significa que la empresa tiene capacidad en el corto plazo para cubrir sus compromisos y tendría un superávit de 0.84 para destinarlo a diversos objetivos, como robustecer el capital o inyectarlo en reinversión. Bajo esta interpretación, cualquier número igual o menor a 1.10 debe considerarse como un resultado comprometido; sin embargo, un resultado muy elevado tampoco será necesariamente bueno. El balance hacia una cifra alta que sea ideal dependerá de nuestros objetivos en términos de productividad.
La prueba ácida y súper ácida se refieren a la capacidad para liquidar los pasivos en plazos no mayores a los 90 o 30 días, respectivamente. Para esto realizaremos un cálculo muy similar al de la razón de liquidez, pero descartaremos más recursos del activo de corto plazo, con la finalidad de sumar mayor estrés en el cálculo y conocer nuestra capacidad ante escenarios de mayor grado de dificultad. En la prueba ácida, realizamos el siguiente cálculo:
(Activo corriente – Inventarios) / Pasivo corriente
Mientras que para la prueba súper ácida lo haremos de la siguiente forma:
(Activo corriente- Inventarios – Cuentas por cobrar) / Pasivo Corriente
Valga el siguiente ejemplo para ilustrar estas fórmulas. En nuestra empresa tenemos 35 mil pesos de activos y 19 mil pesos de pasivo corriente; ahora bien, dentro de los activos, 9 mil pesos son de inventario y, por otro lado, 10.5 mil pesos corresponden con las cuentas por cobrar. Con base en estas cifras, nuestra prueba ácida sería igual a 1.36, lo que significa que la empresa tiene 0.36% de capacidad agregada para cubrir sus compromisos monetarios en no más de 90 días, sin la necesidad de echar mano de la venta de su inventario. En el caso de la prueba súper ácida, el resultado sería igual a 0.82, es decir, por cada 100 pesos que se deben, la empresa tiene capacidad para cubrir 82 pesos de manera inmediata en un plazo menor incluso a los 30 días. Esta capacidad infiere que, ante un cierre total de actividades, en el que los inventarios no puedan ser vendidos y las cuentas por cobrar no puedan ser exigidas, la empresa tendría un déficit únicamente de 18 pesos por cada 100, un margen bastante asequible.
Una vez que el administrador contempla todos estos cálculos, será importante que integre información adicional para la gestión de las deudas, por ejemplo, la periodicidad de los pagos, las condiciones de los créditos o las fuentes desde las cuales se cubren dichos pagos, con la intención de que en momentos críticos se puedan tomar decisiones para liquidar los compromisos, o bien, refinanciarlos bajo esquemas que brinden mayor facilidad de pago y en tiempos más cortos.
Recuerda lo que hablamos al inicio de este artículo: la deuda no es negativa cuando conoces tu capacidad y actúas en la medida de ella. Impulsar la productividad de tu negocio mediante el financiamiento no es un pecado: no tengas miedo, una decisión informada suprime riesgos y aumenta tus posibilidades de éxito.