Japón, uno de los países con mayor esperanza de vida a nivel global, enfrenta un desafío de salud creciente: La demencia, en especial el alzhéimer, se ha convertido desde 2015 en la principal causa de defunción en el país. Según datos del Ministerio de Sanidad, Trabajo y Bienestar de Japón, la tasa de muertes por demencia se ha disparado a 135,3 muertes por cada 100.000 personas, mientras que enfermedades como las cardiovasculares y el cáncer han visto una disminución en sus tasas de mortalidad.
Un estudio realizado por un grupo de investigación de la Universidad de Keio, en Tokio, y la Universidad de Washington, en Estados Unidos, examina el estado de salud de la población japonesa durante los últimos 30 años. En 1990, la demencia era solo la sexta causa de muerte en Japón; sin embargo, para 2015 se convirtió en la principal causa de defunción, tendencia que se mantuvo hasta 2021.
Este fenómeno es, en parte, reflejo de cómo Japón clasifica sus causas de muerte. Según el Ministerio de Sanidad nipón, las principales causas de fallecimiento incluyen diversos tipos de neumonía o muerte natural por envejecimiento, pero estos pueden ser exacerbados por la demencia, ya que la enfermedad afecta severamente el sistema inmunológico de quienes la padecen. En cambio, en muchos países occidentales, la demencia, que suele tener una progresión más gradual, es considerada directamente como causa de muerte.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2023, la demencia fue la séptima causa más común de muerte a nivel mundial, siendo el alzhéimer responsable de entre el 60 % y el 70 % de los casos. En Japón, la situación empeorará en los próximos años, con la previsión de que el número de hogares unipersonales de ancianos y personas con demencia aumente hasta alcanzar los 5,86 millones para 2050, según el Ministerio de Sanidad y la cadena pública NHK.
La esperanza de vida total de los japoneses ha experimentado un aumento significativo en las últimas tres décadas, pasando de los 79,4 años en 1990 a los 85,2 años en 2021. Sin embargo, este incremento no se ha visto reflejado de manera proporcional en la esperanza de vida saludable, que se ha incrementado solo 4,3 años, pasando de 69,5 años en 1990 a 73,8 años en 2021. Esto ha generado una creciente diferencia entre la esperanza de vida total y la saludable, que en 1990 era de 9,9 años y se incrementó a 11,4 años en 2021.
El impacto de la demencia en la calidad de vida de los japoneses es significativo. Entre 2015 y 2021, los Años de Vida Ajustados por Discapacidad (DALY, por sus siglas en inglés) derivados del alzhéimer y otras demencias aumentaron un 19,5 %. Este indicador mide el impacto de las enfermedades considerando tanto los años de vida perdidos por muerte prematura como los años vividos con enfermedades que empeoran la calidad de vida. Se espera que entre 2022 y 2050, los DALY relacionados con la demencia aumenten un 44,9 %.
Nomura Shuhei, profesor de la Universidad de Keio y uno de los responsables del estudio, señala que será crucial desarrollar un sistema social que apoye la prevención y gestión de la demencia en Japón. Esto incluye promover hábitos de vida saludables y proporcionar asistencia médica y social adecuada para los ancianos, especialmente a medida que la población envejece.
La tendencia demográfica del país, caracterizada por un envejecimiento acelerado, representa un desafío importante para el sistema de salud. Para enfrentar esta situación, las autoridades locales han implementado desde 2006 el Sistema Integrado de Atención Comunitaria (CICS, por sus siglas en inglés), que tiene como objetivo proporcionar servicios de apoyo en la comunidad, fomentando la participación social y ayudando a mitigar los riesgos asociados con enfermedades como el alzhéimer.
El envejecimiento de la población y el aumento de las enfermedades relacionadas con la edad, como la demencia, están redefiniendo el panorama de la salud pública en Japón. Si bien el país disfruta de una de las esperanzas de vida más altas del mundo, los problemas derivados del envejecimiento representan un reto creciente para el sistema de salud. La clave para el futuro estará en la prevención, la educación y el fortalecimiento de las redes de apoyo comunitario para enfrentar los desafíos del alzhéimer y otras enfermedades degenerativas.