Nota Web | Octubre | 2021
Por Joaquín Cruz Lamas
Platón y Aristóteles tenían visiones diferentes sobre prácticamente todo, a pesar de que, en el fondo, Aristóteles siempre fue el mejor alumno de Platón, porque todo cuanto dijo (o casi todo) está propuesto desde la visión de su maestro. Un área en la que están en desacuerdo (y paradójicamente al mismo tiempo de acuerdo) es el campo de las artes. Por un lado, Platón les guarda un cierto celo y las mira con sospecha. Para él, hay que tener cuidado con las artes; son algo peligroso que prende fuego con facilidad y que puede llevar al caos dentro de una sociedad. Para Aristóteles, son una bella manera de tomar al toro por los cuernos, de hablar sobre las realidades que forman parte de la condición humana.
Pero no nos dejemos engañar por esta primera impresión. El modo en que Platón habla sobre la belleza en su diálogo “El Banquete”, lo delata como el poeta idealista y romántico que probablemente era. La realidad que subyace a estos dos autores, tan cercanos y tan lejanos a la vez, es que ambos tenían una gran sensibilidad por las artes y las cuestiones estéticas. Platón mira con sospecha lo que el arte puede hacer en una sociedad porque sabe que este es capaz de avivar las pasiones. Aristóteles cree que por eso el arte trata temas como leyendas épicas, relatos de la mitología, tragedias y comedias. En el fondo, la verdad es que ambos comparten la conciencia de lo que el arte puede hacer en el ser humano, pero eso los lleva a tomar dos posturas distintas que han quedado plasmadas en la historia de la humanidad. Platón es más cauteloso, Aristóteles más liberal. Por así decirlo. El terreno común seguirá siendo la importancia de las artes.
Quizá es por eso que hasta la fecha los seres humanos seguimos teniendo todo tipo de discusiones en torno a obras de arte. Debatimos ferozmente sobre la calidad de estas, pero también sobre su impacto en la sociedad. No es para menos, las artes, efectivamente, tienen un gran impacto en nosotros, tanto a nivel personal como colectivo. Piensen, por ejemplo, en el gran revuelo que algo tan aparentemente sencillo como una escultura puede causar.