Hace más de diez años, en el 2011, en Japón se registró uno de los terremotos más potentes que ese país había conocido, de magnitud 9. Este sismo ocasionó un tsunami con olas de más de diez metros de altura. Todo eso desencadenó un accidente en la central nuclear de Fukushima. Ahí empezó la historia del agua radioactiva en Japón.
El tsunami dejó un saldo de miles de muertes y dañó severamente los reactores de la central, los encargados de generar energía nuclear y que son enfriados precisamente con agua.
Después del desastre, las autoridades tuvieron que regar a todos estos reactores para descontaminar la zona y seguir enfriando a los reactores. Toda esa agua se contaminó y tuvo que ser almacenada en grandes tanques para decidir luego que se haría con ella.
Sin embargo, desde el 2019 se dio a conocer que el espacio para almacenar esta agua radioactiva se estaba agotando. El problema ahora, cuatro años después, ya se hizo realidad: no hay espacio.
¿Cuál es el plan?
Por ello, el primer ministro japonés, Fumio Kishida, anunció ya que a partir del 24 de agosto se empezaría a vertir el agua radioactiva al mar, todo de manera paulatina.
En el anuncio se dijo que esta operación fue aprobada por el Organismo Internacional de Energía Atómica. Además, las autoridades de Tokio aseguran que será seguro para el medio ambiente y la salud humana.
El plan consiste en tirar más de 1.3 millones de toneladas de agua gradualmente, utilizando agua de lluvia, aguas subterráneas y las inyecciones necesarias para enfriar los núcleos de los reactores que se fundieron tras el tsunami de marzo de 2011.
Si bien se dijo que el plan no afectaría al medio ambiente o a la salud humana, países asiáticos como China y Corea del Sur sí están preocupados de que el mar se contamine y eso afecte a sectores tan importantes, como el de la pesca.