Por Joaquín Cruz Lamas
Hoy en día, en muchos rincones del mundo, Jalisco es sinónimo de México. Lo dice Enrique Krauze en su documental “Jalisco es México”; y es que, a decir verdad, ciertos elementos de la tradición jalisciense como el estereotipo de charro alteño, el mariachi y el jarabe tapatío son elementos de la cultura nacional reconocibles en todo el mundo. Pero hay que reconocer, al mismo tiempo, que afirmar que Jalisco es el alma de México significa dejar de lado muchos otros elementos de nuestra cultura nacional. Jalisco es parte de México, pero México es mucho más que Jalisco.
Hay algo, sin embargo, que Jalisco le dio a México, sin lo cual casi podemos decir que México no sería México: el tequila. El nuestro es un país de un riqueza gastronómica y cultural incalculables. Nuestra cocina es reconocida en todo el mundo, el mezcal es apreciado en muchos rincones del planeta, también nuestras cervezas y vinos son valorados por muchos conocedores en muy diversos lugares. Pero si hay algo que en cualquier lugar del planeta dice inequívocamente “hecho en México” es el tequila.
Su historia comienza, por supuesto, en el pueblo de Tequila, en Jalisco, así como en otras localidades jaliscienses y del Bajío, donde en tiempos de la Nueva España al destilado del agave azul se le conocía como “vino mezcal tequila.” Originalmente, la bebida era consumida por las clases sociales bajas. Durante el virreinato, las clases más acomodadas, lo criollos y peninsulares, bebían más bien vino tinto o blanco, así como sus derivados. Lo mestizos y los indios, en cambio, se contentaban con mezcales, pulques y, por supuesto, tequila, el cual es, en realidad, un tipo de mezcal, como su nombre original lo indicaba.
Incluso ya durante buena parte del México independiente, al tequila se le tenía en muy mala imagen. No sólo porque las clases sociales altas lo asociaran con las bajas, sino porque también se le relacionaba con los ambientes de cantinas, en los cuales abundaban las peleas de borrachos y se vivía una moral licenciosa, mal vista por las familias de alcurnia, ésas que hoy llamamos “gente bien.” Fue hasta después de los años 40’s que la imagen del tequila comenzó a pulirse cada vez más hasta alcanzar el prestigio que tiene hoy en día, todo ello gracias al empresario jalisciense Francisco Javier Sauza, quien invirtió grandes sumas en promocionar el tequila en México y el mundo, y a quien le debemos que hoy en día sea una parte tan importante de nuestra identidad nacional.
“Hay algo que Jalisco le dio a México, sin lo cual casi podemos decir que México no sería México: el tequila.”
Joaquín Cruz Lamas