Por Joaquín Cruz Lamas
No. Pero tampoco hemos de aventurarnos tan pronto a sugerir que todo el mundo ha de basar sus expectativas de éxito en la cantidad de dinero que gana. El filósofo romano Séneca, de hecho, sugeriría exactamente lo contrario. Séneca era un estoico, es decir, que encontraba la felicidad del ser humano en la imperturbabilidad: entre más paz tengamos en nuestras vidas, más felices seremos. Diría Séneca que las riquezas nos alejan potencialmente de esa paz y tranquilidad que aspiramos a conseguir. ¿Por qué? Entre mayores sean nuestras posesiones más preocupaciones tendremos ya que estaremos sujetos a más ataduras. El que es muy rico tiene mucho qué perder, el que es pobre, en cambio, tiene poco o nada para perder.
Diría Séneca, también, que en lugar de aspirar obtener más riquezas hemos de aspirar a crecer en sabiduría y entendimiento. En vez de cultivar nuestras posesiones, de acuerdo con el filósofo romano, deberíamos dedicarnos a cultivar la filosofía. Los bienes intelectuales y espirituales son considerados por él como infinitamente superiores a los bienes materiales.
Todo esto suena muy bien en la teoría. Pero en la práctica la ejecución no es tan fácil. Para cualquier profesionista sería muy difícil renunciar a su herramienta de trabajo, lo cual casi siempre es una computadora. A un padre o a una madre le es muy difícil renunciar a su patrimonio familiar, después de todo, es eso lo que planea dar a sus hijos para que puedan tener mejores oportunidades en la vida.
Lo que dice Séneca suena muy bien cuando lo consideramos solamente desde el plano individual. A mí me sería relativamente fácil desapegarme de mis posesiones e irme a vivir una vida de ermitaño en el bosque o en un monasterio, pero cuando pienso en las personas que me rodean las cosas cambian. Un empresario tiene empleados bajo su responsabilidad, un padre o una madre tienen hijos, y los gobernantes tienen gobernados. Ni el empresario va a renunciar a su empresa, dejando a sus empleados en la calle; ni el padre o la madre a su patrimonio, desamparando a sus hijos. ¿Entonces?
Al hablar con mis alumnos sobre este tema llegamos a una conclusión muy interesante (ellos llegaron a la conclusión, yo solo hacía como que guiaba la discusión): todo depende en última instancia de dos preguntas: ¿para qué quieres ese dinero? Y ¿cómo vas a obtener ese dinero? Si tu finalidad es buena y tus medios son buenos, entonces no tienes nada de qué preocuparte. Pero si tus medios son malos y tu finalidad perversa, entonces sí habría objeción. El dinero bien habido y bien usado conllevaría lo que en México llamamos trabajo honrado.