Por Katya J. Orozco Barba
Hay 10 mil maneras de pertenecer a la vida y de luchar por una época.
Antonin Artaud
Habrá quien afirme que en nuestra época se suicidan adolescentes que apenas saben lo que es la vida; sin embargo, yo albergo en mi corazón la idea de que nuestra juventud sufre y se angustia constantemente.
Una joven de 14 años recién había sido hospitalizada tras un intento fallido de auto privarse de la vida. Su madre comentó que nunca hubiera imaginado que su hija guardara tanto sufrimiento y dolor que pudiera parecer insoportable. No sé cuáles y cuántas preguntas interesantes te plantearías tú como lector, mas hoy dirijo la mirada hacia el colapso de la vida y cuando la vida colapsa.
Hay un mundo alrededor de nosotros, una comunidad, una sociedad que funciona con principios que en su mayoría son dinámicos y flexibles. Con cada experiencia se edifica la imagen mental de lo que es la vida, pero más allá de su imagen está la vida per se. En otras palabras, la vida es por sí misma, no es un drama mental que ocurre alrededor. La vida sucede, es efervescente, está funcionando. Los torrentes de la vida pasan por nuestro cuerpo y fuera de él, entre las aguas y fuera de ellas, en las mañanas y en las noches, en las cárceles y los mercados, en la mente y fuera de ella.
Al hablar con la joven de 14 años, mencionó que no quería seguir viviendo así y por eso intentó “quitarse” la vida; sin embargo, la vida no es algo a lo que se le pueda poner fin en sí misma, pero sí a las maneras de habitarla.
Muchas veces, la experiencia de “vivir” o de la vida está construida en cimientos, como el cuerpo, la mente, el nombre, las ideologías, el dinero, entre tantos otros, que más bien parecerían diques. El colapso quizá provoque derrumbes, sufrimiento y angustia, pues, después de todo, ¿quién acostumbra a mirar la vida directamente a los ojos? Es aquí donde surge la propuesta: la vida misma como cimientos.
Aferrarse a que alguien conserve la vida es una lucha válida y loable para la gran mayoría; no obstante, cuando la imagen de la vida y sus diques colapsan, quizá sea buen momento para asimilar la forma de habitarla y los cimientos con los que fue posible edificarla.
Dicho esto, el colapso de la vida no suena tan paralizante; al contrario, al derrumbarse, muy probablemente abra paso a los escombros, huecos y surcos en los que será posible construir con mayor profundidad y encauzar un nuevo orden.
Si un mercado colapsa, quizá un país colapse; si una relación termina, quizá colapse. Se empieza a creer que el proceso de la mente o la emoción es una por sí misma, que las situaciones sociales son una vida por sí misma. La vida funciona sola, lo que sucede alrededor son pequeñas partes que dan forma, color y sabor, pero si se es capaz de abrir lo anterior a la conciencia, probablemente será más sencillo percibir caminos más allá del sufrimiento, pues si no se exploran quizá sea algo muy desafortunado.
Hoy quiero invitarte a experimentar la existencia como expresión viva, dinámica, a través de sus diques y también fuera de ellos, a permitir que la vida lo habite y usted habitar en la vida, pues hay —y habrá— diferentes maneras de vivirla, ordenarla y construirla.