Lo sabemos, hacer amigos no es sencillo, pero es aún más difícil cuando las ciudades están siendo diseñadas para automóviles y no como tal para las conexiones y relaciones humanas.
Es por ello que el diseño urbano también impacta en nuestros círculos sociales. Por ejemplo, especialmente en América Latina caminar siempre ha sido un desafío, no sólo por la inseguridad, sino también porque la expansión urbana se ha pensado casi exclusivamente para los automóviles: las ciudades crecen, se conectan a través de calles, se pierden espacios públicos, se hacen centros comerciales gigantes y estacionamientos para estos.
No obstante a este “desarrollo”, debemos reconocer que los espacios dominados por los autos impactan negativamente en la socialización y en la creación de comunidades, y eso se da porque no todas las personas pueden manejar (ya sea que no tengan la edad, las habilidades o el vehículo para hacerlo).
Esas limitaciones llevan a que las personas sólo generen vínculos de amistad en su trabajo y escuela, ya que son espacios compartidos, pero hace que sea más difícil generarlos fuera de estos.
El “Tercer lugar”
Existe un término llamado “tercer lugar” que es utilizado para nombrar aquellos espacios que te dan la oportunidad de reunirte con otras personas para socializar, ya sea para reforzar vínculos o simplemente para conocer a nuevas personas.
Estos espacios deberían ser accesibles y públicos, sin embargo, poco a poco se han ido perdiendo en las ciudades latinoamericanas y, en contraparte, estamos viendo el crecimiento de espacios privados que obligan a que las personas, para socializar, tengan que gastar más dinero.
Por eso es importante empezar a hablar de ciudades sostenibles, ciudades que estén pensadas para todas y todos, ciudades que incluyan y que permitan el desarrollo personal, y no sólo el de quienes tienen auto.