Por Joaquín Cruz Lamas
¿Cuál sería la respuesta correcta si alguien preguntara quién fue el primer muralista mexicano? La mente probablemente se enfocaría en aquellos artistas del siglo XX; sin embargo, no hay que olvidar que antes de Siqueiros, Rivera y Orozco ya había murales en México. Los aficionados al arte virreinal saben que el otro gran momento del muralismo mexicano —por llamarlo de cierto modo— fue el siglo XVI. Por supuesto, ambos movimientos fueron completamente distintos, ya que se dieron en épocas y contextos muy dispares. Una de las grandes diferencias que los separa es que si bien sabemos quiénes fueron los autores de la mayoría de los murales del siglo XX, desconocemos quiénes fueron los artistas detrás de aquellos del siglo XVI. Por diversas razones, muchos fueron anónimos; no obstante, hay casos excepcionales en los que sí se tiene registro de los autores. Uno de esos artistas fue Juan Gerson.
Juan Gerson era lo que se conoce como un tlacuilo, es decir, un dibujante o escribano indígena. Pertenecía a la nobleza indígena de la región de Tecamachalco, en Puebla, y probablemente fue educado por los franciscanos de la zona. Su obra más famosa es un fresco que se encuentra en el sotocoro de la iglesia principal del convento franciscano de Tecamachalco. De acuerdo con el historiador José María González Ochoa, la obra de Gerson tiene influencia de los grabados de Durero, ya que ambos tratan temas apocalípticos, algo que los artistas españoles habían dejado de hacer en aquel entonces.
Lo que es de llamar la atención en la obra de Gerson —creo yo— es que se trata de uno de los primeros ejemplos del sincretismo cultural que se dio en México después de la conquista. En el sotocoro de Tecamachalco vemos que Gerson trata de imitar algunos de los patrones estilísticos europeos, los cuales probablemente tomó de los grabados que los monjes franciscanos trajeron consigo a México. La temática, además, es cristiana, perteneciente a la nueva religión, pero al mismo tiempo vemos también que permanecen algunas características del mundo indígena, especialmente en los motivos florales y plumeros que decoran el fresco.