Nosotros no nos damos cuenta porque lo damos por sentado, pero el azul es uno de los colores más mágicos que hay, no sólo en el arte y el vestido, sino en la vida en general. ¿Por qué digo esto? Remontémonos al año de 1969, cuando el ser humano puso un pie en la Luna por vez primera. En ese momento volteamos atrás para ver nuestro planeta y nos dimos cuenta de una cosa, es de un intenso color azul.
No deja de ser curioso que el color principal de nuestro hogar sea ese. Hace poco surgió una teoría según la cual los griegos, la aclamada cuna de la civilización occidental, no conocían el azul. ¿Por qué? Supuestamente todo se debía a una carencia del lenguaje; al no tener un término para describir el color del mar y del cielo, se limitaban a establecer similes o a describir dichos escenarios con otros colores, como el gris. Hasta donde yo me quedé, dicha teoría sigue en discusión.
De cualquier modo, el azul era ya muy conocido y popular en la edad media, especialmente una tonalidad denominada azul ultramarino. Se le llamaba así porque se elaboraba con pigmentos de lapis lazuli (un mineral azul) traídos desde Afganistán, es decir, desde ultramar (más allá del mar) para los europeos. Muchas obras en la edad media tardía y el renacimiento se elaboraron con este pigmento, el cual era considerado el más exquisito por su rareza, peculiar tonalidad vibrante y, por supuesto, elevado costo.
Una de las obras más espectaculares que se produjeron fue el cuadro de Baco y Ariadna, de Tiziano, que se encuentra hoy en la Galería Nacional del Londres. Éste nos muestra el primer encuentro entre el dios Baco (a la derecha, envuelto en una túnica roja) y la mortal Ariadna (a la izquierda, envuelta en azul, por supuesto). El acontecimiento se da luego de que Teseo abandonase a Ariadna en la isla de Naxos. Ésta última conoce a Baco, el dios de la borrachera, y se enamoran perdidamente el uno del otro. La corona de estrellas en la esquina superior izquierda es el símbolo del amor eterno de Baco.
Tiziano pintó este cuadro para el duque de Ferrara, y no escatimó recursos para hacer gala de la abundancia y poder adquisitivo que éste último poseía. El cuadro no sólo es una ilustración de la mitología grecorromana, sino que es también una celebración del color azul. Los dos temas tienen un punto en común: Baco es el dios de la borrachera, la cual requiere de abundancia (de tragos principalmente, por supuesto), y el azul ultramarino era el símbolo de riqueza por antonomasia en aquel entonces. De hecho, este color casi siempre se reservaba exclusivamente para representaciones de la Virgen, por considerársele tan exquisito.
Los ojos contemporáneos quizá ya no encuentran ese mismo significado en el azul, pero ello no hace que deje de ser un color hermoso. Más aún, al darnos cuenta de que nuestro planeta es de ese color, quizá nos sirva como un elemento que se asocie con la preservación de nuestro hogar. Podremos así seguir celebrando el azul, pero ahora pensando más en el ecosistema y menos en el derroche.