Octubre | 2021
Por Blackstone Editorial
La piel, ese órgano revelador
¿Por qué la piel lo es todo? Porque la piel te da muchísima información de cómo se encuentra una persona, física y emocionalmente. Cuando me formaba como dermatóloga, aprendí a identificar enfermedades con solo observar la piel. Recuerdo uno de los primeros casos que me sorprendió mucho fue el adenocarcinoma gástrico, porque se manifiesta a través de la piel por el signo de Leser-Trélat, es decir, aparecen unas manchas oscuras en la piel, con una forma y textura similares a las de una verruga, en cuanto observas estas manchitas, sabes que algo no está bien con esa persona; por otro lado, hay manchas negras que aparecen en cuello o axilas, conocidas como acantosis nigricans, y que nos hacen saber que la persona tiene problemas metabólicos o, incluso, de diabetes. Es lo que me encanta de la dermatología: en todo momento te da información para tratar y canalizar mejor a tus pacientes.
Por eso yo siempre digo que la piel te dice todo, porque no solo te avisa si un órgano interno se encuentra enfermo, sino que también te da indicios del tratamiento que le puedes ofrecer a las personas. Para mí, la piel es un órgano muy noble, porque nos cuenta mucho más allá de lo que está pasando a simple vista a través de la propia piel.
En mi formación y mi ejercicio profesional, he visto diversos casos, en los que el paciente te busca por algún padecimiento en la piel, pero por medio del diagnóstico dermatológico detectamos otras enfermedades que, en un primer momento, no aparentaban tener relación con esa afección que llevó al paciente a consulta médica. Así, logramos ofrecerle tratamientos más eficaces e incluso llegamos a salvar vidas, porque la piel muchas veces nos permite ser oportunos en el diagnóstico, pues la piel nos revela algunas de las enfermedades más sigilosas. Como dermatóloga, me parece fascinante tener la capacidad de cuidar la piel y a través de ella cuidar todo el cuerpo. Por eso para mí, la piel es el mejor de todos los órganos.
Una vida dedicada a cuidar la salud
Desde niña me gustó hacer experimentos de salud, jugaba con mis peluches y me imaginaba haciéndoles alguna cirugía. Fue en preparatoria cuando descubrí mi pasión por la medicina, porque uno de nuestros maestros nos compartió libros de medicina forense y criminalística; creo que fui la única a quien le gustó saber y conocer más de esos temas.
Poco después, todavía en la prepa, gracias a una enfermera quirúrgica que quería motivarme a entrar a medicina, pude estar presente en una cirugía de trasplante renal. Me acuerdo a la perfección que el doctor a cargo de la cirugía cuestionó mi presencia, pero lejos de sacarme del quirófano, solicitó a los miembros de su equipo que me enseñaran a lavar para que yo los apoyara en lo que pudiera; recuerdo que durante toda la operación a mí me tocó detener los separadores. En ese momento, confirmé que quería dedicarme a la medicina.
Explorar todas las áreas de la disciplina
Considero crucial que los médicos que nos formamos en alguna especialidad también exploremos todas las áreas de esa disciplina, porque así tendremos mejores herramientas para tratar a nuestros pacientes, para protegerlos y ayudarlos a que accedan a una mayor calidad de vida.
Durante mi especialidad, pude rotar en prácticamente todos los centros médicos nacionales más importantes de nuestro país y desde mi primer año de residencia tuve oportunidad de atender a pacientes de oncología; de hecho, pasé ocho meses de mi especialidad en el Instituto Nacional de Cancerología (INCAN), un periodo que fue clave en mi formación como dermatóloga. Los pacientes oncológicos son completamente diferentes, porque te vinculas con ellos de una forma más humana, comprendes sus miedos, lo que piensan o reflexionan; incluso, en los casos en que atiendes a pacientes terminales, también debes estar al pendiente de su familia. En otras palabras, no solo atiendes las reacciones que, por ejemplo, ejercen las quimioterapias en la piel del paciente, sino que aprendes a tratar con el ánimo, las emociones de las personas. Todo eso me llevó a enamorarme aún más de la dermatología.
La empatía, una virtud esencial en medicina
A veces, como médicos, olvidamos que también nosotros podemos estar del otro lado o que alguien de nuestra familia, amigos o seres queridos pueden caer en enfermedad y requerir atención médica. Por ello, para mí es esencial tener empatía: me es fundamental vincularme sinceramente con mis pacientes; ser empática, honesta y despertar ese sexto sentido que tenemos como especialistas de la medicina para apoyarlos en todo momento.
Es importante reconocer que los pacientes acuden contigo no solo por la receta, sino para que los escuches y orientes: en tu calidad de profesional de la salud, de líder, puedes ayudarlos a comprender lo que sienten. En ese sentido, recuerdo a mis pacientes oncológicos, en particular cuando enfrentaban las diversas crisis que supone la enfermedad que padecen, como cuando están perdiendo su cabello y buscan en ti una manera de entender lo que les está pasando. En ese momento, el apoyo que les ofreces trasciende el ámbito de la salud, pues llegas a devolverles la alegría de vivir. Como médico, me toca poner por encima de todo la empatía y la honestidad con mis pacientes; para mí, son los valores más elevados que distinguen mi ejercicio profesional.
Cuida tu piel
Es importante que cuides tu piel: protégela, vigílala, huméctala, hidrátala; recuerda la importancia de utilizar protector de solar, no solo para evitar manchas y arrugas, sino para prevenir cáncer en la piel. La medicina preventiva es la mejor práctica en la que podemos invertir. Quienes ya sean papás deben enseñarles a sus hijos a que cuiden su piel, que no deben tallarla, ni suavecito ni agresivamente, y mucho menos someterla a condiciones extremas. Al igual que el más fino abrigo, la piel cubre nuestro cuerpo y merece que le dediquemos los mejores cuidados.
De igual modo, es importante que las personas se vean a sí mismas, que detecten cualquier cambio, mancha o lesión que les parezca sospechosa y, sobre todo, que no compren los llamados productos milagro, porque más allá de que funcionen o no, pueden dañar su piel y perjudicar su salud. La invitación siempre será que acudan al dermatólogo, que vengan con nosotros para que hagamos una valoración y detectemos lo que esté sucediendo.