Corre el año de 1909. Tú eres un niño que ama el béisbol y tu jugador favorito es Honus Wagner. Como todo buen fan, deseas tener todos los productos que lo tengan a él como protagonista. Entonces, te enteras de que en una cajetilla de cigarros saldrá el rostro de Wagner. Claro, eres un niño y no puedes comprar una cajetilla de cigarros, pero quizá con algún familiar mayor puedas conseguirla. Y finalmente sucede: es tuya, incluso antes de que Honus Wagner rechazara la impresión de su imagen en la cajetilla, porque no quería estar vinculado con este tipo de productos. Al final del día, eres dueño de una de las poco menos 200 imágenes que se imprimieron de Honus Wagner, una tarjeta que cien años después, en 2016, se venderá por 3.12 millones de dólares, es decir, más de 60 millones 200 mil pesos.
Seth Godin utiliza este ejemplo para ilustrar que tener la tarjeta de Honus Wag no significa que seas dueño de Honus Wagner, mucho menos las regalías o cualquier otra cosa que no sea la propia tarjeta.
Contrario a lo que pudiera pensarse, continúa Godin, este fue el modelo comercial de la industria de las tarjetas coleccionables. Las empresas decían “Hagamos miles de millones de tarjetas. La mayoría va a descartarse, pero algunos novatos se volverán famosos y sus tarjetas aumentarán de valor”.
El autor también analiza el ejemplo de una pintura al óleo, ¿qué aspectos pueden elevar su precio? Tal vez fue robado hace mucho tiempo o se hizo famoso por otras razones, pero lo más importante: es el único. Pensemos que una persona puede ser dueña de La Giocconda, este hecho no significa que sea dueño de la mujer que se representa en el cuadro o de cualquier parte de DaVinci, simplemente significa que es dueña de un lienzo, que, además, muchas otras personas quisieran tener.
Entonces, Seth Godin llega a una afirmación fundamental: la gente puede contemplar imágenes todo el día, sin que ello implique que deban otorgarte una compensación económica por ello, porque simplemente eres el dueño del trofeo original, pero no eres dueño de la idea. Lo cierto es que, reconoce Godin, tener el cuadro en tu pared te da una sensación y, por supuesto, cuando se lo dices a otras personas, te da otra sensación ligeramente diferente.
En seguida, Godin pasa a observar un par de fenómenos a propósito de estos ejemplos. Por un lado, hay toda una tradición cultural en torno a poseer obras de arte invaluables, de ahí que la mayoría de la gente entienda que un Rothko original es un bien de lujo de alto estatus. A pesar de ello, casi todas las pinturas carecen de valor en efectivo, es decir, se ofrecen en ventas de garaje por unos cuantos dólares, no por millones; por el contrario, las obras de arte originales (y hermosas) no se venden todos los días.
¿A qué viene toda esta discusión? Godin elabora esta discusión para entender mejor el fenómeno de los tokens no fungibles (NFT, por sus siglas en inglés). Estos archivos digitales son únicos, solo hay uno. Cada NFT se corresponde con alguna cosa, por ejemplo: un video de un tiro de baloncesto, una pintura al óleo, pero no es esa cosa, tal y como lo afirmaba de la tarjeta Honus Wagner. Es —afirma Godin— simplemente un token autorizado por la persona que lo hizo para ser el único. Recordemos que la NBA ya vendió más de 200 millones de dólares en NFT destacados de videoclips con algunas canastas y clavadas más famosas.
En seguida, Seth Godin se pregunta: ¿existe alguna trampa en torno al NFT? La respuesta es sí, pero es diferente según la persona que esté involucrada o que participe en ello.
¿Cómo afecta, por ejemplo, a los creadores? Según Godin, se apresurarán a crear NFT para recibir un pago —exponencial— por su trabajo. A diferencia de un bitcoin, que es muy difícil de crear, un NFT es muy fácil de hacer. Entonces, muchos artistas perseguirán el NFT; en consecuencia, se dedicarán a crear esa sensación de escasez, pero sobre todo a presionar a la gente a creer que los NFT aumentarán de valor: en lugar de ser creadores, se convertirán en promotores de tokens digitales. El asunto es que a diferencia de las obras de arte reales, dice Seth Godin, los NFT no son estéticamente hermosas por sí mismas, simplemente representan algo que lo es.
Otro aspecto interesante es la manera en que el NFT se relaciona con un comprador. Seth Godin afirma que muchos ignoran que no hay límite en el suministro. En otras palabras, hay un número limitado de tarjetas de béisbol, porque igualmente hay un número limitado de jugadores que adquieren importancia; lo mismo para el caso del arte, donde existe un número limitado de pinturas famosas y una cantidad limitada de espacio en los estantes en Sotheby’s. A la larga, un NFT se parecerá más a un libro Kindle o a un video de YouTube. La gran mayoría tendrá diez visitas, no mil millones. Así, Seth Godin concluye: es un ajetreo no regulado y no transparente con una “burbuja” escrita por todas partes.
Por último, están los consumidores. Para Godin, muchas personas pagarán NFTs durante mucho tiempo, a pesar de que utilizan una asombrosa cantidad de electricidad para crear y comerciar, ¿qué tanta energía es “una asombrosa cantidad”? Tano o incluso más que algunos estados de EUA. ¿Qué es lo más grave según Godin? Que la cantidad de energía desperdiciada aumentará proporcionalmente a su popularidad y valor. Y seguirá subiendo, mientras que para la mayoría de las innovaciones tecnológicas ocurre lo contrario.
Para Seth Godin esta es la trampa de los NFT: los creadores se enganchan en crear NFTs; en seguida, los compradores con un costo hundido se enganchan a provocar que los precios suban y no podrán alejarse de esta dinámica. Y así, creadores y compradores quedan atrapados en un ciclo, en el que todos pagamos los costos de por vida asociados a un sistema no regulado que consume grandes cantidades de energía preciosa con el único propósito de crear algunos tokens digitales escasos.
Fuente
Godin, Seth. (2021, marzo 6). “https://seths.blog/2021/03/nfts-are-a-dangerous-trap/”. Recuperado de: <https://seths.blog/2021/03/nfts-are-a-dangerous-trap/>.