Por Óscar A. González Viscencio
El viernes 23 de abril, Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, participó en la Cumbre del Clima 2021, que organiza el gobierno de los Estados Unidos de América con motivo del Día Internacional de la Tierra. En este importante espacio se reúnen vía digital más de 40 líderes políticos, morales, empresariales y hasta religiosos para compartir sus perspectivas no solo respecto de las decisiones trascendentales en materia de protección y conservación del medio ambiente, sino también sobre el desarrollo económico que gira en torno a dichas decisiones.
En la disertación de 6 minutos del presidente de México —quien tomó el doble del tiempo que, en teoría, se permite a cada interlocutor— se han destacado varios puntos: uno de los que más ha llamado la atención es la manera en que abordó lo concerniente a los yacimientos de petróleo de nuestro territorio, los cuales —indicó— se utilizarían para satisfacer las necesidades del mercado interno, para acabar así la exportación de crudo y la compra de gasolinas del extranjero; de esta manera, se limitaría el uso desmedido de combustibles.
De igual forma, llama la atención que el presidente haya mencionado el programa “Sembrando vida”, un proyecto que busca dignificar la vida de los campesinos del sureste de México y de Centroamérica, mediante pagos de 5 mil pesos mensuales ($250 dólares aproximadamente), así como acelerar el proceso de reforestación con árboles frutales y maderables. López Obrador refirió que, para este propósito, México ha destinado 1,400 millones de dólares; sin embargo, lo que acaparó las plumas de la prensa en torno a este programa, fue la propuesta pública que lanzó Joe Biden, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, para impulsar la migración legal, pues invitó al gobierno del país vecino a ofrecer un esquema de visado para los participantes del programa.
Si bien todo lo anterior acaparó la atención, lo que finalmente resultó más llamativo para analizar la situación en México es lo que omitió el presidente Andrés Manuel López Obrador, pues en ningún momento mostró la mínima intención de expresarse respecto a la perspectiva que tiene su gobierno para las energías renovables, a las que ha reprobado en diversas ocasiones y que ha tildado de ineficientes e, incluso, ha pretendido descartar su uso por medio de recursos como la prohibición, so pretexto de que las mismas no son fiables, pues por las noches las celdas solares no captan energía, al igual que los aerogeneradores no producen electricidad cuando no hay viento.
En esta misma cumbre, tanto el presidente como la vicepresidenta de los Estados Unidos de América, Joe Biden y Kamala Harris, instaron a los líderes presentes a sumar fuerzas en la modernización de las tecnologías energéticas en pro del impulso de esas mismas energías limpias que en México son descalificadas, una bandera que este nuevo gobierno estadounidense ha tomado como una de las consignas públicas más relevantes y que será un tópico de negociación y debate entre los dos países, por lo menos en lo que resta de sexenio presidencial.
Por su parte, Xiye Bastida, una activista mexicana, alzó un reclamo a los líderes, para sumarse a la consigna del presidente Biden de lograr cero emisiones de carbono para el año 2030 y acusó a la misma cumbre de no ser representativa, pues sus participantes —en una amplia mayoría— pertenecen al norte global, además de liderar los gobiernos y economías que en un principio provocaron la actual crisis ecológica mundial y han dejado sin voz a los representantes de las comunidades que se ven más afectadas en la realidad.
Para nosotros, quienes no participamos de estas cumbres, sino como espectadores, las conclusiones pueden ser variopintas, desde aquellos que coincidirán con las intenciones rescatistas de la tradición energética nacional de López Obrador; quienes acusarán al gobierno de EUA de aconsejar al mundo cerrar refinerías, a pesar de que cuentan con decenas en funcionamiento; quienes coincidirán con las voces activistas sobre cómo la justicia climática debe reflejarse en justicia social, llamando ingenuos y poco ambiciosos a las personas que consideran que el sistema actual es sostenible, e incluso —por increíble que pueda parecer— habrá quienes creerán que la lucha contra el cambio climático no es más que un circo mediático sin relevancia.
Lo importante, después de todo, es que lleguemos a conclusiones conscientes, aunque tal vez no podamos llegar a acuerdos. Participar en la discusión social sobre los fenómenos ecológicos es vital, al igual que lo es en el ámbito de la economía y de la política, en especial si pretendemos construir una sociedad que pueda ir más allá del año 2050. Por ello, son indispensables los esfuerzos como el que realiza la Comunidad de Investigadores de Economía de Berlín para crear espacios públicos y gratuitos como el Future Economy Forum 2021, donde se debate y se informa a todos los interesados de las tendencias en términos de incentivos de mercado e inversión en pro de la economía verde.
Asimismo, participar con pequeñas acciones individuales debe considerarse un paso lógico para la conservación de la vida como la conocemos: reducir el uso del automóvil personal y realizar las verificaciones anuales; aprovechar de mejor forma la electricidad del hogar; adquirir víveres y alimentos directamente con los productores; limitar la compra de artículos de moda rápida; apadrinar árboles en lugares públicos para asegurar su correcto crecimiento son solo algunos de los ejemplos que podemos llevar a cabo día con día.
A lo que quiero llegar, entonces, consiste en que son igualmente importantes, por un lado, las acciones individuales en pro del medio ambiente y, por otro, el mantenernos informados sobre las decisiones políticas y gubernamentales en el mismo campo. Los procesos de transformación macro son lentos y —considerando que en nuestro país los primeros antecedentes gubernamentales por proteger la naturaleza datan de 1992 (menos de 30 años)— con la creación de la Procuraduría Federal de Protección al Medio Ambiente (PROFEPA) y de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO), podemos deducir que nuestro camino aún tiene bastante trecho.
Finalmente, y retomando los esfuerzos por mantenernos informados, me gustaría invitar a los lectores a visitar la página https://www.decarb.world/, en la que podrán consultar de forma gratuita los eventos del Future Economy Forum. Por ejemplo, pueden visualizar la conferencia “Green Growth: Technological Innovation, Market Incentives and Investments”, en la que los profesores Ottmar Edenhofer y Cameron Hepburn, dos de los más reconocidos expertos a nivel mundial, compartieron conclusiones y posturas sobre las tendencias de crecimiento, decrecimiento y post-crecimiento. De igual forma, pueden consultar eventos futuros y realizar el registro para asistir en directo.