Por Rodrigo Díaz de León Martí
“La cerveza, si es bebida con moderación, suaviza el temperamento, alegra el espíritu y promueve la salud.” – Thomas Jefferson.
La cerveza, bebida milenaria a la que se le atribuye la domesticación de los cereales y la transición del nomadismo al sedentarismo en el periodo Neolítico. Fiel compañera del hombre, los estilos de cerveza varían tanto como las diferentes culturas en el globo; México se empapa ya de la riqueza que ofrece este universo, existiendo ahora en la sociedad un conocimiento de la materia que va más allá de la simple distinción binaria de antaño: clara u obscura.
Justamente, la clasificación más básica de la cerveza es la que denomina a las de fermentación a temperaturas bajas como lagers y a las de fermentación a temperaturas altas como ales. Estas diferencias se deben a los tipos de levadura que se usan para cada clase de cerveza. Dentro de cada familia – lagers y ales – existen infinidad de estilos, cuyos nombres resultan ya conocidos para muchos mexicanos:
Tono | Lagers | Ales |
Claro | Pilsner, Kölsch, Licht Alemana, Dortmunder | Pale Ale, Blonde Ale, Weissbier, Witbier |
Obscuro | Viena, Múnich, Schwarzbier, Bock | Stout, Porter, Brown Ale, Stout Imperial Rusa |
La lista se queda corta, puesto que existen infinidad de estilos dentro de cada tipo de cerveza, cada uno de ellos con un perfil de aromas, texturas y sabores único. Así que ya no hay excusas para no beberse un buen tarro de cerveza; hay tantas variedades, que difícilmente se puede afirmar que la cerveza es desagradable; simplemente, hay que encontrar el estilo que sea del gusto propio. ¡Salud!