Por Andrea Monserrath Ramos de la Torre
A lo largo de la historia, la mujer ha sido un personaje secundario cuando de arte se trata: se nos ha hablado de ella como la musa o la modelo; la mujer es pintada, retratada, le escriben canciones y le dedican poemas, pero pocas veces la vemos como la protagonista, quien toma la batuta y crea magia, pocas veces funge como sujeto y entonces pasa a volverse el objeto.
Según datos oficiales, menos del 4% de artistas del Museo Metropolitano de Arte (MET) son mujeres, pero 76% de los desnudos que se presentan son femeninos. Poco a poco la mujer va conquistando espacios y abriéndose paso. En el caso del arte, probablemente sea necesario que se dé una restructuración de la historia del arte para desempolvar a aquellas mujeres artistas que fueron ignoradas o que inclusive fueron rechazadas por meras razones de género.
Lamentablemente, muchas mujeres artistas firmaron sus obras bajo anónimos, debido a las condiciones en las que vivían y, en suma, expresarse con libertad no era una opción segura. El talento estaba ahí, pero los medios no eran un derecho para todas, sino un privilegio para algunas, que a pesar de gozarlo tenían que atravesar un camino lleno de dificultades que se volvía más difícil a causa de su género. Con esta afirmación no busco victimizarlas, todo lo contrario, me interesa reconocer el arduo trabajo que ha sido invisibilizado a lo largo de los años.
En la última edición de ARCO Madrid, la feria española más importante de arte en Europa, destaca que las gestiones de las exposiciones se han llevado a cabo solo por mujeres; las tres últimas, por ejemplo, congregaron a mujeres que representaron, a su vez, a otras ocho mujeres artistas que se abrían espacio en la galería.
Flavia Frigeri, historiadora del arte y autora del libro Mujeres artistas, ahonda en la visión que he presentado líneas arriba: “las mujeres han sido siempre parte de las manifestaciones del arte, ya sea como creadoras, coleccionistas o investigadoras, pero han quedado fuera de la narrativa oficial de la historia del arte”.
Entonces, queda en nosotros dejar una historia completa a las nuevas generaciones, donde todas y todos seamos visibles y reconocidos por las obras realizadas. Permitir que la mujer se apropie de la parte de la historia que le pertenece en el ámbito del arte saldará una deuda histórica que existe con quienes han sido olvidadas y abrirá paso a nuevas figuras que sin duda nutrirán y aprovecharán el lugar que les corresponde por derecho.