Tras comenzar el año con sequía y una alta incertidumbre para los productores, las lluvias en Aguascalientes al corte de mayo 2025 ofrecieron un respiro técnico a la agronomía estatal. Con 32.7 milímetros acumulados en ese mes -según datos de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA)- el ciclo hidrológico actual registra un total de 42.3 mm entre enero y mayo, colocándose como el más húmedo de los últimos cinco años en este periodo.
El 2025 arrancó con una sequía marcada. El mes de enero apenas aportó 9.5 mm, y durante los siguientes meses la precipitación fue prácticamente nula. Fue hasta mayo cuando se concentró el 77 % de toda el agua caída hasta el momento. En este contexto, las lluvias en Aguascalientes se convierten en un fenómeno puntual más que en un patrón estable, lo que genera incertidumbre operativa para los sistemas agrícolas de temporal.
Esta asimetría entre la oferta climática y las necesidades del campo ha puesto en jaque a productores que dependen de una distribución más homogénea para garantizar etapas críticas como la germinación o el desarrollo de vegetativo.
El efecto directo es la disminución en la superficie cultivada y en la productividad por hectárea. Ante la imposibilidad de anticipar lluvias suficientes, muchos productores optan por no sembrar, reduciendo la oferta de granos básicos y comprometido tanto la economía local como la seguridad alimentaria. Las lluvias en Aguascalientes al corte de mayo 2025, si bien son superiores a las de años anteriores, no basta para compensar un primer cuatrimestre seco.
Además, solo una parte del campo del estado cuenta con sistemas de riesgo tecnificado. El resto depende del temporal y, por lo tanto, enfrenta pérdidas si las lluvias se concentran en periodos no productivos.
En este contexto, la inversión pública y privada debe centrarse en tres fuentes estratégicas:
- Captación y almacenamiento de agua de lluvia, especialmente en zonas rurales.
- Modernización del riesgo con tecnología de precisión.
- Incorporación de sistemas de predicción climática accesibles para todos los niveles de producción.
La innovación agrícola ya ofrece herramientas basadas en inteligencia artificial y monitoreo satelital que permiten planificar ciclos de cultivo de forma más informada. Sin embargo, su adopción aún es limitada en el Bajío.
El campo no necesita más lluvia en un solo mes: necesita agua distribuida con lógica agrícola y apoyos para adaptarse al cambio climático. Solo así podrá construir un modelo agroproductivo resiliente, eficiente y alineado con las nuevas realidades del entorno.