Por Joaquín Cruz Lamas
Una de mis películas favoritas de Disney es Ratatouille. En una de las primeras escenas dice Remy, una rata francesa que es el protagonista, que encuentra a los humanos fascinantes porque ellos “no solo sobreviven, también descubren y crean”, lo cual es cierto respecto a todo lo que hacemos. La película se refiere a la comida, pero ello también es verdad a propósito de todas las otras cosas que hacemos, en primera instancia, para sobrevivir. Algunos ejemplos son: la ropa, con la industria de la moda; la vivienda, con la arquitectura, y la sociedad, con la organización política.
¿Cómo? ¿La política tiene que ver con la creatividad? Pues en parte sí, pero para entender esta idea hay que quitarse de la cabeza la mentira de que la política se traduce solamente en eso que los mexicanos llamamos hacer grilla. Es cierto, la grilla es una parte de la política, pero solo una parte chiquita. Los partidos políticos y sus interminables —y muchas veces absurdas— disputas también forman parte de la política, pero, insisto, solo una parte pequeña. Las campañas electorales también son política; pero, igual, sólo una parte pequeñita.
¿Y entonces? ¿Dónde está el resto de lo político? ¿Qué es esa materia obscura que está ahí, pero parece que no vemos? El resto de lo político no tiene que ver necesariamente con partidos o campañas; el resto —y es quizá la parte más importante— es lo que se construye cada día en la realidad cotidiana. No apoyo la idea de que todo en esta vida es político, pero cuando Aristóteles dijo que la Polis (Ciudad) es la suprema organización humana y que por lo tanto la Política es una de las ciencias más excelentes, sí me puso a pensar.
Tiene un buen punto el filósofo Aristóteles. Vivimos en comunidades para sobrevivir, pero vamos más allá de la mera supervivencia. Todos los días de nuestra vida, en todo momento, estamos en medio de una comunidad que, por tener un sistema de gobierno, instituciones y leyes, se considera como política. Muchas de las cosas que hacemos en el día a día las hacemos en ese contexto político: nuestro trabajo, nuestras compras y transacciones, nuestros tratos con otras personas, etc. Todo eso forma parte de la vida de una comunidad organizada y regida por instituciones de acuerdo a sistemas legales. Todo eso, por tanto, también forma parte de la vida política. Es en ese devenir cotidiano que se manifiestan de forma más inmediata las ideas, a veces turbias, que se discuten el ámbito que coloquialmente llamamos político.
¿Por qué digo que también en la política puede haber creatividad? Porque la política, entendida en el sentido Aristotélico (no la polaca mexicana, por amor de Dios), es un ámbito en que pueden darse manifestaciones del espíritu humano que contribuyen enormemente a la vida de la comunidad. Hablo de manifestaciones como el diálogo, la empatía, la amabilidad, el perdón, la solidaridad, la compasión, la comprensión, la cortesía, etc. Pero hablo también de uno de los objetivos principales de la vida política: la justicia. En la vida diaria podemos descubrir mil formas de vivir y fomentar la justicia, comenzado por nuestro entorno más cercano. Nuestra responsabilidad, como seres sociales que somos, es procurar vivir de acuerdo con ella y hacer lo posible, en nuestras vidas diarias, para que esta alcance a quienes más la necesitan.