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Maternar en la naturaleza: un acto tan diverso como la vida misma

October 17, 2025

Por Blackstone

October 17, 2025

Aunque no lo creamos, cada especie tiene su manera de maternar. Aquí te contamos algunas de ellas.

 

Cuando hay parejas macho-macho, muchas veces una hembra “presta” su útero y luego es desplazada. Los machos se quedan con la cría. Es decir, es como cuando las personas recurren a la opción de un vientre alquilado. Para los cisnes negros, la maternidad puede ser usada como tránsito, no como un destino.

 

Sus crías nacen ciegas y del tamaño de un frijol, y aun así tienen que trepar hasta la bolsa materna. Esto genera un vínculo especial nacido de la confianza y el destino.

 

Como todos sabemos, los embarazos de un elefante dura 22 meses. Cuando llega el momento de dar a luz, la manada entera hace un círculo a su alrededor para protegerla. Vuelven este momento y la maternidad es un acto colectivo.

 

Dan a luz debajo del agua. El recién nacido debe nadar hacia la superficie en segundos o, si no, morirá. Esto genera un carácter y sentido de supervivencia.

 

La cría nace de cola con el objetivo de evitar que se ahogue. Varias hembras ayudan durante el parto, acompañando y protegiendo a la madre.

 

Las madres se alejan con la cría recién nacida durante días. De esta manera, el potrillo memoriza solo el patrón de rayas y olor de su madre, logrando que no se le confunda con el resto del rebaño.

 

Envuelven a sus crías en algas para que no se pierdan mientras ellas buscan comida.

 

Rompen huesos de su pecho para producir calcio y nutrir al embrión en el huevo. Para ellas, maternar es dar una parte de su propio esqueleto.

 

Guían a sus crías en el océano con cantos que viajan kilómetros bajo el agua. 

 

Suelen tener entre 4 y 6 crías a lo largo de su vida y, tras llegar a la etapa de la menopausia, viven décadas más para cuidar a hijas y nietos, como lo hacen los humanos. Se vuelven una abuelita adorable.

 

Las crías nacen cayendo desde dos metros de altura. El primer golpe contra la tierra las obliga a respirar.

 

Su leche cambia de composición durante el día: más grasa por la mañana, más agua por la tarde. Así nutren e hidratan a sus crías en el desierto.

 

Si una cría muere, las madres siguen cargándola varios días. Es una manera de vivir su duelo.

 

Si no cuentan con suficiente grasa, el embrión no se implanta. Si prospera, pasan meses sin comer en una cueva de nieve, pariendo en la oscuridad. Su maternidad se enfoca en la resistencia biológica al límite.

 

Durante la crianza pierden su color rosa porque la energía se va a producir alimento para la cría.

 

La naturaleza nos recuerda que no hay una sola forma de cuidar, criar y maternar. Cada especie ha encontrado su manera de adaptarse, proteger y dejar una huella en la siguiente generación.

 

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