«El Boom es un cruce de caminos del destino individual y el destino colectivo expresado en el lenguaje». Con esta frase, el escritor mexicano Carlos Fuentes definía el fenómeno literario del que él mismo formó parte y que con la muerte de Mario Vargas Llosa el pasado 14 de abril de 2025, cierra simbólicamente un ciclo: El del Boom latinoamericano, una de las épocas doradas de la literatura en español y una revolución narrativa que puso a América Latina en el centro del mapa cultural mundial.
El Boom no tuvo un manifiesto ni fecha exacta de inicio. Se forjó en la efervescencia de los años 60 y 70, en medio de un contexto regional cargado de guerrillas, dictaduras y revoluciones. Fue tanto una explosión literaria como un movimiento editorial y social que convirtió en celebridades globales a un grupo de escritores latinoamericanos —todos hombres— que rompieron con las estructuras narrativas tradicionales y llevaron sus historias a un nuevo nivel estético y político.
Los nombres más icónicos: Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, quien fue el más joven de todos ellos. A este grupo, según distintas perspectivas, también se suman autores como José Donoso y Guillermo Cabrera Infante.
Las obras del Boom narraban realidades sociales e históricas a través de técnicas innovadoras y lenguajes auténticos. Textos como Rayuela (1963) de Cortázar o La ciudad y los perros (1963) de Vargas Llosa rompieron moldes. El realismo mágico de García Márquez llevó a la fantasía latinoamericana a ser reconocida mundialmente, mientras Carlos Fuentes trazaba un mapa político y cultural en cada novela.
Como recordó el propio Vargas Llosa, en los años de esplendor del Boom existía una “enorme fraternidad” entre los escritores, convencidos de que la literatura latinoamericana era poderosa, transformadora y digna de protagonismo internacional.
La internacionalización del Boom fue posible gracias a Carlos Barral, editor de Seix Barral en Barcelona, y a Carmen Balcells, la agente literaria más influyente de la lengua española.
Fue Barral quien apostó por la publicación de La ciudad y los perros tras encontrar su manuscrito descartado. Y fue Balcells, la «Mama Grande de la novela latinoamericana» —como la apodó Vargas Llosa—, quien profesionalizó el oficio literario en español y representó a seis premios Nobel, entre ellos García Márquez y el propio Vargas Llosa.
Pero si bien el Boom catapultó a América Latina al escenario global, no estuvo exento de críticas, especialmente por su falta de diversidad. Fue un movimiento compuesto enteramente por hombres, pese a la existencia, en paralelo, de escritoras excepcionales como Rosario Castellanos, Elena Garro, Cristina Peri Rossi, Luisa Valenzuela, Clarice Lispector, Nélida Piñon, entre muchas otras, quienes fueron en gran medida ignoradas por el canon del Boom.
Como señaló la autora Carmen Boullosa, fue un fenómeno masculino que, incluso compartiendo época con escritoras fundamentales, las dejó fuera de sus vitrinas. “’Los recuerdos del porvenir” la publicó Elena Garro en 1963, el mismo año que “Rayuela» y «La ciudad y los perros». Y el Boom no las tomó a ninguna de las dos. “Ahí es donde uno ve que es mucho el asunto de género”, recordó.
Con la muerte de Mario Vargas Llosa se despide el último de los protagonistas de este fenómeno, pero su legado permanece vivo. Las novelas del Boom siguen siendo leídas, estudiadas y traducidas, no solo por su innovación narrativa, sino por haber capturado el pulso de una América Latina en transformación.
Como dijo Carlos Fuentes en 1968, “la obra de García Márquez es incomprensible sin la de Cortázar, y la de Cortázar es incomprensible sin la de Vargas Llosa”. Esa red de influencias, de complicidades literarias, marcó una época y cambió la forma en que el mundo miraba —y leía— al sur del continente.
El Boom fue mucho más que un momento editorial. Fue una conversación colectiva que rompió fronteras, tanto políticas como lingüísticas. Y aunque ahora se cierra un capítulo con la partida de Vargas Llosa, la historia que ellos escribieron —y que cambió para siempre la literatura— sigue abierta.