Octubre | 2020
Por Joaquín Cruz Lamas
La Sinfonía No. 3 en mi bemol mayor, op. 55, de Ludwig van Beethoven, conocida como “Eroica” (“Heroica”, en español), es una de las piezas más famosas del repertorio musical del compositor alemán. Ha sido apreciada y estudiada hasta el exceso por musicólogos e intérpretes. Era una de las piezas favoritas del compositor romántico (y director de orquesta) Felix Mendelssohn. Personalmente, coincido con Mendelssohn en clasificarla como una de mis piezas musicales preferidas, ¿qué es, sin embargo, lo que la hace tan atractiva? ¿Por qué tantas personas nos sentimos tan cautivadas por ella?
La respuesta se puede encontrar tanto en el contenido como en la forma. La cuestión de fondo es una, que la provee de un profundo y atractivo significado. La obra estaba originalmente dedicada el emperador Napoleón Bonaparte. Beethoven, no obstante, se la dedicó al primer cónsul Napoleón, no al emperador Napoleón, es decir, Beethoven admiraba profundamente a Bonaparte por sus ideas republicanas y por haber logrado establecer un régimen democrático y pacífico en Francia. Todo el tema de la sinfonía gira en torno a los ideales de la revolución francesa: libertad, igualdad y fraternidad. Beethoven los musicaliza en la figura de un héroe que derrota a la tiranía. Ese héroe era Napoleón.
Sin embargo, cuando Bonaparte decide coronarse como emperador de los franceses, Beethoven queda profundamente decepcionado: considera que Napoleón ha traicionado los ideales de la revolución para convertirse en un tirano más. El poder absoluto no es algo que Beethoven considere que se lleve bien con los héroes republicanos. Al enterarse de la coronación de Bonaparte, Beethoven estuvo a punto de destruir la partitura; afortunadamente, esto no sucedió y en lugar de eso solo tachó el nombre de Bonaparte de la portada de esta.
La forma de la sinfonía también la convierte en una de las piezas musicales más interesantes de la historia. Rompe con muchos de los esquemas tradicionales establecidos en la música durante el período que conocemos como clasicismo. Beethoven escribe una obra con una dinámica intensa, con ritmos cambiantes y con un uso atrevido de la tonalidad. Suena mucho más agresiva que la música escrita anteriormente, porque transmite una energía hasta entonces percibida en una sala de conciertos. Todos estos elementos hacen de ella una pieza que, sin lugar a dudas, recomiendo mucho.