Por Óscar A. González Viscencio
Existe una fórmula matemática que ofrece una buena aproximación a propósito de los ingresos brutos promedios a los que debería acceder una persona en un determinado país. Para ello, dividimos el Ingreso Nacional Bruto (INB) sobre la población. Al considerar datos, cifras e información del año 2019, el resultado para México sería de alrededor de $790 dólares mensuales una cantidad que, de acuerdo con el costo de la divisa en aquel momento, asciende a los $14,773 pesos mexicanos.
Este resultado es particularmente llamativo si consideramos que en diciembre de 2019 el sueldo promedio en Aguascalientes era de 10 mil 752 pesos en un mes de 30 días, según los salarios registrados ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Dicho de otro modo, en el Estado existe un déficit de más de 4 mil pesos mensuales en contraste con la media nacional. Una situación alarmante.
Vayamos un poco más lejos. Al comparar el INB con los datos de algún otro país, los resultados se vuelven aún más preocupantes. Por ejemplo, Alemania reportaba en 2019 un ingreso bruto promedio de $4,048 dólares mensuales —más de $75 mil pesos mexicanos, según la tasa de cambio de aquel momento— por habitante. En relación con Aguascalientes, estas cifras corresponden de 1 a 7, es decir, en 2019, los ingresos del alemán promedio eran 7 veces más grandes que los del aguascalentense promedio.
Ahora bien, debemos ser conscientes de que, así como existe una diferencia abismal en las ganancias, los costos de vida también cuentan con una separación muy considerable; sin embargo, hay ciertas constantes que nos permiten comprender, en términos del poder adquisitivo, las implicaciones de estas disparidades de cifras absolutas, por ejemplo, el ahorro del 10% de los ingresos mensuales recomendado a nivel mundial en términos de finanzas personales.
Tomando como base este porcentaje para el ahorro y los sueldos promedio de Aguascalientes y Alemania, imaginemos un escenario hipotético en el que dos personas, cada una ubicada en uno de estos lugares, comienzan una vida productiva a los 22 años con un mismo objetivo: emplear su ahorro para comprar un Jaguar F-Type, en su modelo más básico, cuyo costo aproximado es de 74 mil dólares o un millón y medio de pesos. Es muy llamativo que un alemán lograría acceder a su auto de lujo a la edad de 38 años luego de seguir el principio de ahorrar el 10% de su sueldo, mientras que un aguascalientense tendría que hacer un gran esfuerzo para llegar a los 138 años de edad, mantenerse trabajando y haber dejado intacto el 10% de su sueldo mensual para disfrutar del impresionante auto de la firma inglesa.
Obviamente, este ejercicio no tiene sentido en un mundo real, en el que existe la inflación, el tipo de cambio, así como muchas otras variables que afectan el valor de nuestro dinero y en el que la gente no logra sostener carreras productivas de 126 años de duración. A pesar de ello, estas prospecciones nos ayudan a comprender dos cosas: por un lado, que los bienes son más o menos asequibles según nuestro contexto; por otro lado, que la gran mayoría de los pobres ni si quiera son conscientes de que son pobres.
Ahora bien, te invito a pensar cuál fue la última vez que saliste a caminar y viste pasar una camioneta Mercedes-Benz manejada por algún sujeto que pareciera sobrepasar los 80 años. Supongo que puedes recordar la parte de la camioneta, pero no lo del anciano, básicamente porque en Aguascalientes hay una gran cantidad de autos de lujo en circulación, pero la extrema minoría de ellos les pertenecen a personas de la tercera edad.
Esto se debe principalmente a dos cosas, primeramente, a que este tipo de autos en una amplia mayoría son adquiridos mediante esquemas de financiamiento que, si bien no requieren de esfuerzos de ahorro tan prolongados, implican compromisos de pago por periodos y cantidades considerables. En segunda instancia, a que el hecho de que los ingresos promedio por habitante en el estado sean de poco más de 10 mil 700 pesos al mes no significa que no existen personas con salarios ampliamente superiores.
En este sentido, al hacer un esfuerzo por entender en profundidad este segundo punto, debemos comprender una cosa: 10 mil 752 pesos era el sueldo promedio en Aguascalientes en 2019, pero esto no quiere decir que sea el sueldo más común entre la población. No hay que perder de vista que un promedio consta de la suma del valor de los elementos dividido entre el número de estos. Por lo tanto, en Aguascalientes obviamente existirán sueldos más elevados al promedio y también habrá los que sean inferiores. Lo preocupante de esta parte del análisis es comprender los límites que existen respecto de las posibilidades de las personas. En este sentido, al no haber un tope en los máximos, con seguridad habrá quienes tengan el sueldo promedio de un alemán o, claro, uno muy superior; sin embargo, en los mínimos sí existe un límite, que, considerando el salario mínimo nacional en aquel momento, debía ser de $3,080.40 pesos mensuales.
Dicho esto, si en la entidad existen personas con el ingreso promedio alemán, ¿cuántas personas que ganan el mínimo deben existir para que aun con personas con salarios tan altos el promedio supere apenas los 10 mil 700 pesos? La respuesta aritmética es 8.37. Por lo tanto, en términos de ingresos, por cada 100 personas con salarios de 75 mil pesos, existen 837 personas cuyo ingreso mensual es de apenas poco más de 3 mil pesos.
Mi intención no es que renuncies a tu meta de comprar el auto o la casa de tus sueños. Sencillamente, me gustaría que fuésemos más conscientes respecto de las disparidades sociales que existen en nuestro entorno y que la próxima vez que una persona te diga que la pobreza es una condición voluntaria o que las posibilidades para triunfar monetariamente “están ahí” para todos, recuerdes que, en efecto, las posibilidades existen, pero con restricciones. En otras palabras, con base en la información que tenemos, la posibilidad de que una persona gane el mínimo es 8 veces mayor frente al escenario de que acceda a un poder adquisitivo que eventualmente le dé oportunidad de hacerse de las condiciones de vida que anhela, similar al de un ciudadano de algún país del primer mundo. Por supuesto, sin contemplar las variantes asociadas a la movilidad social, como el estrato en el que naciste, tu escolaridad, género, orientación sexual o color de piel, que, en mayor o en menor medida, inciden y afectan tus aspiraciones.
Al Adquirir conciencia de las condiciones económicas bajo las cuales vive la mayoría de las personas nos ayuda en diferentes sentidos: a nivel personal, fomenta un sentido de la empatía y voluntad de apoyo; desde el punto de vista de las masas, promueve la participación social en actividades específicas que impulsan la creación de un escenario con mayor paridad o incluso mediante la elección de propuestas gubernamentales dirigidas a elevar la competitividad interna, con la finalidad de traer beneficios para todos. Recuerda: al final, el objetivo consiste en disminuir cada vez más la brecha y eso lo logramos al impulsar una mejor distribución de la riqueza. Así que nunca lo olvides, el pobre no necesariamente es pobre porque quiere.