Por Katya J. Orozco Barba
Hoy detengo la mirada en la paternidad.
Hablar de la paternidad es hablar de experiencia con varios contrastes, como los habrá de padres. ¿Cuántos padres hay que, heridos en su infancia, decepcionados en su vida, desalentados profesionalmente, cargan todas sus esperanzas en sus hijos, de quienes el menor fracaso los desespera y a los que abruman con una responsabilidad paralizante en lugar de ayudarlos en un clima de seguridad y de tranquilidad a tener confianza en sí mismos y brindarles esperanza en su sentido existencial?
Hay ciertos padres angustiados y temerosos de sus propios hijos, inquietos ante vivencias a los que ellos mismos no fueron enfrentados. Otros se manifiestan tan desvinculados con su propio hijo, que parecería que el niño de hoy deviene huérfano en brazos de sus padres. En el camino de la paternidad, hay escollos donde incluso tropiezan la buena voluntad y las mejores intenciones.
Ciertamente, las condiciones de la realidad han cambiado y cambian todos los días. Lo que no cambia es la avidez de comunicación con los adultos que sienten los niños. ¿Qué pasa en la comunicación entre los padres e hijos de hoy?
Dentro del entorno familiar del pintor francés, Paul Cézanne, se construyó el peculiar carácter del artista; su padre, un comerciante de sombreros, ejerció una tiránica influencia sobre su hijo, oponiéndose a sus inquietudes artísticas. Aun habiendo obtenido el éxito y la fama en el aspecto emocional, Cézanne preservaba la figura tiránica de su padre. Un poco antes de renunciar a su inquietud artística, Zola influyó positivamente a Cézanne para que desarrollara sus habilidades y perfeccionara su arte; así, Zola le escribió a Cézanne: “Cobra, pues, nuevo valor. Coge otra vez tu pincel y dale rienda suelta a tu fantasía. Yo creo en ti.”
Una de las técnicas que utilizó Cézanne y por cual se hizo admirar por Monet y otros famosos impresionistas fue la de cambiar el sistema del color. Utilizó el color para representar la luz y sugerir un espacio entre la mirada y el objeto, y depositar en nuevo espacio su experiencia sensorial. En sus cuadros, Cézanne, refleja pensamientos y palabras, abriendo un – nuevo espacio – entre el color y la luz cuando, a su vez, su padre cerraba por completo otro.
¿Qué pasaría si lo padres intentaran abrir y pintar un espacio de escucha y de palabra con los hijos? Quizá se daría un espacio seguro donde los niños puedan devenir como hijos y no solo ser “niños.” Quizá los hijos podrían depositar su propia palabra ahí, escucharse a sí mismos, aprender a reconciliarse con sus propios sentidos y tener un espacio donde escuchar: “yo creo en ti.”
Como dije antes, hay mucho para hablar, pero hoy escribo con la finalidad de suscitar en el espíritu del lector una reflexión sobre la paternidad y la infancia que nos rodea, esa niñez que todos los adultos debemos acoger, acunar, cantar, reconciliar y proteger.
Referencias
Dolto, F. (1981). Niños agresivos o niños agredidos. Paidós.
“Lo que no cambia es la avidez de comunicación con los adultos que sienten los niños. ¿Qué pasa en la comunicación entre los padres e hijos de hoy?”
Katya J. Orozco Barba