Por Mónica Rivera
¿Es posible hacer un alto?
Qué importante es parar, ¿no lo creen? Yo no sabía que podía permitirme parar, hacer un alto. Y no me culpo, en especial cuando reflexiono en lo que nos exige el mundo, nuestro entorno, pero sobre todo en lo que nos exigimos nosotros mismos: crece, trabaja, triunfa, cumple tus sueños, consigue esto, consigue lo otro, sigue trabajando, no te canses, no te rindas, ¿qué has logrado?, ¡cuando te mueras vas a descansar!
No me culpo de haberme dejado llevar por la exigencia externa. Crecí con eso y era mi forma de hacer las cosas y no estuvo tan mal, pero el precio que pagué fue muy alto.
Claro, no estoy diciendo que esté mal que tengamos aspiraciones y que nos concentremos en nuestras metas, pero no me parece que sea lo mejor cuando lo hacemos sin cuestionar, solo porque hay personas o situaciones externas que así te dicen que deben ser las cosas. Creo que siempre debemos preguntarnos, cuestionarnos si realmente eso es lo que genuinamente deseamos.
El que haya crecido con esa creencia no significa que tenga que repetirla de por vida. Por eso es importante la pausa, hacer un alto, pues en el silencio y en la tranquilidad encuentras respuestas… aunque al final del día termines con un montón de preguntas más.
Qué bonito cuando la pausa se da suavecito, poco a poco, a conciencia y sin dolor.
Qué duro cuando ocurre de un trancazo y te para en seco. Lo único que queda es decidir por cuál camino ir, resolver, agarrar nuestra fragilidad, nuestra vulnerabilidad y comenzar a reconstruirnos, así, todavía tambaleándonos.
El placer de tomar decisiones
¿No es maravilloso tomar decisiones? ¡Qué belleza es tomar decisiones! Saber que son tuyas, que van con tu esencia, que pase lo que pase, sea cual sea el desenlace, estás para ti, y para acompañarte.
Qué bonito es dar el paso y abrazarte en soledad. Repetir en tu interior: “Tranquila, que estoy aquí para ti. Respira. No pasa nada”.
Recuerdo que en alguna ocasión me dijeron en un tono por demás despectivo que era muy “intensa”. Y yo lo adopté un tiempo como mi mayor defecto.
Admito que lo soy, pero ya no por las mismas razones. Hoy que canalizo “mi intensidad” en mi bienestar, abrazo esa parte de mí que se da, que se entrega, que apoya, que escucha, que abraza y besa mucho, que se enamora más fuerte, pero cada vez hace menos clics. Intensa cuando hablo, cuando me apasiono y me maravillo. Intensa cuando trabajo, intensa cuando descanso. Intensa cuando escribo y cuando sueño, porque esa energía que llaman intensidad, la traigo de fábrica.
Que me amen quienes quieran pausar conmigo su día de manera suave y vivir con intensidad su paso por esta vida.
Decidan hoy cómo quieren vivir ustedes y sean cada día más libres.