Por Aldo García Ávila
Hace algunos años se empleaba el término cambio climático para referirse a aquellos fenómenos que generaban condiciones ambientales que ponían en peligro la vida del ser humano. A causa de la nula respuesta de los gobiernos alrededor del mundo y el alarmante deterioro de nuestro planeta, se firmó el Acuerdo de París, en el 2016, para fomentar acciones orientadas a reducir las emisiones de carbono a cero y ejercer presión para que los actores políticos, empresariales e industriales tomen cartas respecto de la situación de crisis ambiental que impera en el planeta. Entonces, hubo un cambio en el discurso, pues el cambio climático se convirtió en un estado de emergencia climática para denotar la delicada situación en la que nos encontramos como especie.
La explotación de recursos que provienen de los combustibles fósiles –como, por ejemplo, el petróleo o el gas natural– dejan una huella negativa en la atmósfera. De hecho, todas las personas dejamos una huella de carbono: el solo hecho de prender la luz supone imprimir una huella en nuestro planeta. Este escenario exige que las actividades diarias, en todas las dimensiones, sectores y disciplinas humanas, se muevan hacia una dinámica que contribuya a disminuir la huella de carbono, en especial hacia el uso de energías renovables. En este contexto, surgen las empresas carbono natural, es decir, aquellas que promueven medidas para disminuir la huella de carbono, con el objetivo de erradicarla en un plazo determinado.
Conforme pase el tiempo, ser una empresa carbono neutral dejará de ser una opción y se convertirá en una imperante exigencia. El camino no es sencillo, pues demandará que los líderes implementen medidas para medir las emisiones de gases de efecto invernadero que generan sus empresas, con el objetivo de identificar aquellos aspectos susceptibles de ser modificados hacia dinámicas más sustentables. Así, estarán en condiciones de desarrollar estrategias para reducir el consumo de energía eléctrica, que normalmente se genera a partir de combustibles fósiles. De esta manera, en el mediano plazo, las empresas se constituirán como espacios con cero emisiones y que llevan a cabo sus actividades cotidianas mediante energías renovables.
Existen certificaciones que reconocen los esfuerzos de las empresas para erradicar las huellas negativas de carbono:
- Carbon Neutral Certified. Significa que la huella de carbono se ha neutralizado gracias a que la empresa contabilizó y desplegó medidas para neutralizar la emisión de gases de efecto invernadero.
- Carbon Footprint. Las empresas que cuentan con esta certificación han medido sus emisiones de gases de efecto invernadero, pero aún no implementan acciones para disminuirlas.
- Certificaciones de carbono neutro organizacional. Empresas que, además de ser carbono neutral, promueven acciones para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Si bien el camino parece aún muy lejano, lo cierto es que las nuevas generaciones cada vez son más conscientes del impacto nocivo que el ser humano genera en el planeta. Estas perspectivas ya han generado cambios en las formas de consumo, de ahí la creciente pujanza de tendencias como los huertos urbanos, el consumo de productos orgánicos, el uso de paneles solares para generar diversas energías, la intención de evitar los plásticos, entre otros. Todo este contexto, más temprano que tarde, significará –e impondrá– un importante desafío para las empresas de cualquier sector que pretendan permanecer y continuar sus actividades económicas.