Por Joaquín Cruz Lamas
La palabra que los griegos usaban para referirse a la verdad es aletheia, la cual, en realidad, tendría que traducirse como ‘encontrado’, ‘descubierto’ o ‘destapado’. Para nosotros, la verdad suele entenderse como la concordancia entre lo que pensamos y la realidad. Para los griegos, era más bien lo que se presenta tal cual es, es decir, lo que se revela o deja de estar oculto. Esta es una idea sumamente interesante, ya que, en mi opinión, el modelo educativo de Sócrates estaba en concordancia con esta noción de verdad. Por otro lado, si lo pensamos, nos daremos cuenta de que nuestro modelo educativo parte de la noción de verdad que hemos adoptado en nuestra era, esto es, aquella donde la verdad se entiende como la adecuación de nuestro intelecto a la realidad.
Estas ideas afectan también el modo en el que pensamos sobre los maestros. Hoy en día uno podría estar inclinado a pensar que un maestro es alguien que transmite conocimiento. Idea que de suyo es muy noble y que describe una de las funciones del maestro, pero que no agota la esencia de su quehacer. ¿Qué hace un maestro entonces? Un maestro, creo yo, no es solamente el que te dice las cosas del mundo para que las guardes en la memoria. No es solamente quien te da todo el contenido digerido y sin complicaciones. Un maestro más bien te tendría que poner a pensar. ¿Cómo hacen eso? Muy sencillo: mediante preguntas. ¿No sería más bien el alumno quien haga las preguntas? Bueno, es que el alumno no es el único que hace las preguntas. La labor del maestro implica también hacer las preguntas adecuadas, no cualquier pregunta.
¿A qué me refiero con eso de las preguntas adecuadas? A aquellas que nos incitarán a comenzar un proceso de reflexión mediante el cual podamos descubrir la verdad. Bueno, en realidad también tengo que aclarar que la totalidad de la verdad no se puede adquirir; no podemos conocer todo de todo ni de todos. Descubriremos una parte de la verdad, pero quizá con eso baste para que podamos hablar de aprendizaje. Digo además que las preguntas que hace el maestro tienen que ser las adecuadas por una sencilla razón: el maestro es ante todo quien acompaña (y muchas veces guía) al alumno en un proceso de descubrimiento de la verdad. No va a hacer por él el trabajo de revelársela, pero sí le podrá señalar con sus preguntas qué caminos tomar.
Este era el modelo educativo socrático. Llegar al descubrimiento de la verdad mediante preguntas. En ese sentido, Sócrates era un acompañante de sus alumnos en ese proceso de descubrimientos. De hecho, él se definía a sí mismo como una partera, ya que asistía a sus oyentes en la labor de dar a luz a las ideas. Sócrates sabía que el aprendizaje se hace mucho más profundo cuando descubrimos la verdad, en lugar de que nos sea dada sin complicaciones.