Por Rodrigo Díaz de León Martí
El pasado miércoles 8 de julio, los presidentes de los Estados Unidos Mexicanos y de los Estados Unidos de América firmaron en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca, en Washington, D.C., una declaración conjunta en la que se comprometen a construir un futuro compartido en prosperidad, seguridad y armonía, reafirmando la relación amistosa entre ambos países. Asimismo, el evento celebró la entrada en vigor del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá – 1ro de julio de 2020 –, con el que se busca que la región de Norteamérica se fortalezca económicamente, recuperando parte de su autosuficiencia mediante la reducción del déficit de su relación entre importaciones y exportaciones.
El T-MEC pretende integrar aún más las economías de los tres países, además de mejorar sus cadenas productivas. Asimismo, promueve la creación de empleos y el comercio regional, siendo este último fin un medio de reducción de gastos en transporte y un factor clave para la retención de riqueza en el subcontinente. A su vez, el tratado busca atraer la inversión extranjera, siempre que sus proyectos tengan alto contenido regional y presenten condiciones justas para los trabajadores.
La reunión entre los políticos no está libre de polémica, ya que tomó lugar cerca de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, en un momento crítico para la posible reelección de Trump.
“Los presidentes de México y EUA se comprometieron a construir un futuro compartido en prosperidad, seguridad y armonía, reafirmando la relación amistosa entre ambos países.”
Rodrigo Díaz de León Martí