Por Joaquín Cruz Lamas
¿Alguna vez te lo has preguntado? Imagínate que la medicina lograra desarrollar un método para detener el proceso de envejecimiento, o mejor dicho, para detener el proceso de desgaste del cuerpo y curar todas las enfermedades. ¿Sabías que en realidad no morimos de “edad avanzada”? Nadie nunca jamás ha muerto por ser muy viejo, ni entre los humanos ni entre los animales. En realidad, la vida termina a causa de las distintas condiciones y enfermedades que vamos desarrollando, pero, bueno, ¿qué pasaría entonces si pudiésemos detener este proceso?
Hay varias cosas qué considerar. Primero que nada, habría que ver si la vida infinita sería igual a juventud infinita. Supongamos que logramos encontrar la cura a todas las enfermedades, pero no logramos detener el desgaste del cuerpo. Eso significaría que conforme pasen los años nos haríamos cada vez más arrugados, enjutos, calvos y chimuelos. Creo que ser infinitamente un anciano no es una opción atractiva para nadie. Supongamos, por tanto, que además de prolongar la vida indefinidamente también logramos mantener cierto estado de juventud en ese tiempo.
Otra cosa a considerar: ¿Qué tal que el método para lograrlo solo está disponible para algunos? ¿Qué tal que no todo el mundo decide abordar el barco de la vida terrena infinita? Nos encontraríamos en un escenario en el cual veríamos a mucha gente conocida y querida morir a nuestro alrededor a lo largo de los años, mientras nosotros seguimos adelante, es decir, tendríamos que acostumbrarnos a quedarnos solos cada cierto tiempo, y a hacer nuevas amistades conforme va llegando nueva gente al mundo. La soledad y la tristeza tampoco se ven muy atractivos. Supongamos por tanto que todo el mundo se hace inmortal.
Aún en el más ideal de los escenarios quizá no sería tan deseable el vivir indefinidamente. Jorge Luis Borges escribió un cuento titulado “El inmortal” donde explora dicha posibilidad. La conclusión: si pudiésemos vivir para siempre, nos quedaríamos en una especie de estancamiento existencial. No haríamos nada. ¿Por qué? Porque siempre habría tiempo de sobra para hacer cualquier cosa. Por tanto no tendríamos que esforzarnos por hacer nada. Si eliminamos la brevedad de la vida de la ecuación, también perdemos una de las grandes motivaciones de la humanidad: aprovechar el tiempo que tenemos. Mi conclusión es que no somos inmortales y por tanto hemos de saborear y sacar lo mejor del tiempo que tenemos en esta tierra.