Por Joaquín Cruz Lamas
Hoy en día le llamamos por error música clásica a un conjunto de géneros que incluye música renacentista, barroca, neoclásica, romántica e incluso experimental. A la ópera solemos incluirla también en esa misma categoría, siendo que, a pesar de llevar música instrumental, la ópera puede considerarse en sí misma como una expresión artística completamente original. La ópera incluye teatro, vestuario, escenografía e incluso danza en muchas ocasiones. ¿Por qué, entonces, a todo eso le llamamos música clásica?
Quizá ha sido la forma en que, cómodamente, le hemos asignado una especie de cajón a todo un conjunto de manifestaciones artísticas, increíblemente diversas, que no nos atrevemos a descubrir aún. Suelen parecer intimidades. La misma aura de misticismo que los amantes de la música hemos perpetuado no ayuda en absoluto.
¿Y si les dijera que a la gran mayoría de la gente en realidad sí le gustaría la música? El problema, dice el conductor británico Benjamin Zander, es que aún no lo saben. Así es, muchas personas no saben que en realidad la música sí les gusta. Imagínense que la música fuera como una película o una serie. Imagínense que la música nos contara historias y tuviera sus propias tramas. El problema, muchos me dirán, es que no le entendemos. Fenómeno que es curioso, puesto que la música es un lenguaje universal. Quizá entonces el problema es que no sabemos hablar ese lenguaje. Bien, la buena noticia es que aprenderlo no es tan difícil. A quien guste lo invito a hacer un ejercicio. Vayan a YouTube y busquen “Erbarme Dich”, de Johann Sebastian Bach. Mientras lo escuchen piensen en la persona a la que más quieren en este mundo, puede ser un amigo, la pareja, un hijo, los padres, da igual. Piensen en esa persona e imaginen cómo sería el mundo si esa persona desapareciera. Cuánta falta nos haría, ¿no? Naturalmente lloraríamos su muerte y nos causaría gran pesar. Pues bien, ahora piensen que ustedes vieron la muerte de esa persona y que no hicieron nada para evitarla. Piensen que les dio miedo haber hecho algo, haber alzado la voz o haber al menos estado junto a esa persona en sus últimos momentos. Piensen en el dolor de la pérdida sumado al remordimiento. Piensen que le dieron la espalda a su ser amado en sus últimas horas. Pregúntense cómo le pedirían perdón si pudieran. Bueno, eso es lo que compuso Bach. Pero, antes de que nos vayamos, la historia de hecho tiene un final feliz. Ahora piensen que esa persona en realidad no murió. Piensen que al final pudo salvarse, regresa y los perdona por haberle dado la espalda. Piensen en el sentimiento de alivio y en la alegría de la reconciliación. Pues bien, para escuchar eso busquen, igual en YouTube o donde gusten, “Bach bwv 208 schafe können sicher weiden.” Las versiones en piano son muy bonitas, y no se apuren, no hace falta saber alemán, entenderán mientras sigan pensando en esa persona especial. Se los dejo de tarea.