En el vasto e infinito cosmos, donde las galaxias se extienden como redes de luz y las estrellas brillan con intensidad, existe un fenómeno que desafía todas las escalas conocidas; su nombre es TON 618, el agujero negro más grande jamás descubierto, con una masa que podría ser superior a 66 mil millones de veces la del Sol.
TON 618 no solo es impresionante por su tamaño, sino también por la historia de su descubrimiento, que tiene una conexión especial con México. Fue identificado por primera vez en 1957, en el Observatorio Astrofísico Nacional de Tonantzintla, ubicado en el cerro del mismo nombre, en el poblado de Santa María Tonantzintla, municipio de San Andrés Cholula, Puebla.
Con mucho estudio, la elaboración de enormes bases de datos y el uso telescopios terrestres y espaciales, un equipo de astrónomos de México, Inglaterra, Chiles y Estados Unidos encontró el que podría ser el agujero negro más grande del universo próximo. En ese momento no sabían la magnitud de su hallazgo, pero su trabajo les permitió contribuir a uno de los descubrimientos más importantes de la astronomía moderna.
El inmenso objeto cósmico se encuentra en una galaxia también ultramasiva, conocida como Holm 15A, la cual emergió a partir de comerse y devorar otras galaxias. El tamaño de TON 618 es difícil de concebir, pues si se colocara en el centro de nuestro sistema solar, su horizonte de sucesos se extendería más allá de la órbita de Plutón.
Vale la pena señalar que, el observatorio de Tonantzintla, nombre que en náhuatl quiere decir “Nuestra madre”, en su momento fue pionero en el estudio de quásares —objetos extremadamente luminosos que se encuentran en el centro de algunas galaxias y que son alimentados por agujeros negros supermasivos— y ahora es en el punto de partida de una de las historias más fascinantes del universo.