Por Arturo Pereda Ortiz
Editado por Rodrigo Díaz de León Martí
¿Qué pasaría si los negocios y gobiernos mexicanos se manejaran éticamente? Pues que, simplemente, el país progresaría a pasos agigantados. Se ha dicho incontables veces que la solución está en la educación, y lo está. Ocurre que quizás muchos líderes mexicanos influyentes no tienen la suficiente motivación para cambiar las cosas, dado que el cambio supone molestias, trabajo y, sobre todo, conflicto. Sin embargo, las razones para promover la ética profesional están ahí: la creciente competencia internacional, la fuga de cerebros, la formación de profesionistas insuficientemente calificados para estándares internacionales, las altas rotaciones de personal, la abundancia de negocios estafadores, etc. Entonces, ¿por dónde empezar? Por donde siempre se ha hecho: en el sector privado. Y es que, además del beneficio sociocultural que sería fruto del proceder moral de las empresas al transcurrir los años, existen ventajas visibles en el corto plazo. La Ética de Negocios contribuye al compromiso de los empleados, a la lealtad de los inversionistas, a la satisfacción del consumidor y a la rentabilidad de las organizaciones.
El compromiso de los colaboradores es reforzado cuando admiran a la empresa empleadora. O.C. Ferrell, Fraedrich y J. Ferrell afirman que, cuando los empleados opinan que la empresa para la que trabajan es altamente ética, la retención de talento de ésta aumenta seis veces, además de incrementar la satisfacción laboral de su gente y la creatividad grupal (2015). El cumplimiento de las obligaciones contractuales, la oferta de salarios competitivos y la seguridad laboral son elementos básicos que contribuyen a la percepción de eticidad organizacional. Además, la implementación de programas de ayuda social puede ayudar a la construcción de una cultura ética que haga sentir a los colaboradores bien respecto de sí mismos y, consecuentemente, de la empresa para la que trabajan (Ferrell et al., 2015). Es evidente, pues, que la fuerza laboral está más comprometida con su organización cuando ésta última es considerada verdaderamente ética.
Asimismo, la integración de la Ética de Negocios a la filosofía de las empresas contribuye a la lealtad de los inversionistas. Los inversionistas buscan confiar su capital a empresas sólidamente fundadas. Una organización cuya cultura es ética, además de tener la fundación para mayores utilidades, productividad y eficiencia, es mucho menos propensa a ser víctima de la mala publicidad. El valor de las acciones de una firma puede reducirse drásticamente si su reputación sufre. Además, esto es ocasión de perder la confianza de los consumidores y acortar la “esperanza de vida” de la corporación (Ferrell et al., 2015). Es lógico, entonces, que los inversores busquen invertir en empresas cuya ética les asegure un retorno consolidado sobre sus activos.
La satisfacción del consumidor es clave para el éxito de cualquier negocio. El creciente consumo responsable a nivel nacional y mundial exige a las empresas virar hacia una dirección más filantrópica. La tendencia es que los consumidores opten por comprar productos de marcas que incentiven “[…] acciones como el comercio justo, ético, el consumo reflexivo, el ahorro, el premiar a compañías que no abusen de niños, que no contaminen el ambiente, y que no utilicen productos genéticamente modificados.” (Parametría, 2013). Estas conductas de consumo revelan la mayor necesidad del mercado actual: el bienestar social. Además de cubrir esta particular necesidad, cuando un negocio es ético, la confianza que el consumidor le tiene es mayor, pues es transparente y responsable. Asimismo, el contento de los empleados por trabajar en una firma justa se traduce en un mejor trato con el cliente y una mayor sensibilidad para la detección de lo que éste último quiere.
Por último, la Ética de Negocios contribuye también a la rentabilidad de las organizaciones. Según Ferrell et al. (2013), la evidencia de que la eticidad en los negocios se está convirtiendo en una variable influyente en su rentabilidad es que el desempeño de las compañías evaluadas en el índice de The World’s Most Ethical Companies – Las Compañías más Éticas del Mundo – fue superior al de otras empresas públicas durante cinco años consecutivos. Estos mismos autores declaran que “[… las] compañías percibidas por sus empleados como poseedoras de un alto grado de honestidad e integridad tienen un retorno total promedio mucho mayor para sus accionistas que las compañías percibidas como poseedoras de un bajo grado de honestidad e integridad.” (2013). Cuando el personal está contento, los inversionistas atraídos y el consumidor cautivado, es cuando las firmas son más exitosas económicamente; esto se logra con la integración de la Ética de Negocios a la cultura organizacional.
En conclusión, cuando una empresa se fundamenta en una filosofía de integridad, honestidad, compromiso social, responsabilidad y justicia – o sea, cuando es ética –, ésta cosecha el reforzado compromiso y la lealtad de todas sus partes interesadas, además de una mayor rentabilidad. La satisfacción de los empleados, la buena fe de los inversionistas y el contento del consumidor son bienes invaluables que dan empuje y vigor a las organizaciones. Éstos, además de significar incrementos en las utilidades de las organizaciones, inspiran a su gente a trascender del ámbito laboral e impactar positivamente en la sociedad, de manera permanente.
Referencias
O.C. Ferrel, J. Fraedrich, L. Ferrell. (2015). Business ethics: ethical decision making and cases. Stamford CT, U.S.A.: Cengage Learning.
Parametría. (2013). El consumo responsable: Comparación México y otros países. Obtenido del sitio web de Parametría: http://www.parametria.com.mx/carta_parametrica.php?cp=4518