Por Katya J. Orozco Barba
En la cultura de una tribu africana, cuando una mujer decide tener un hijo, se retira a un lugar aislado y se concentra hasta escuchar la canción del niño por nacer. Cuando la madre está embarazada, enseña la canción del niño a la gente del lugar para que, cuando nazca, la canten para darle la bienvenida. A medida que el niño va creciendo hasta convertirse en adulto, sus amigos conocen su canción y la cantan cuando la ha olvidado, ellos le recuerdan su totalidad cuando está quebrado, su inocencia cuando se siente culpable, su propósito cuando está confundido.
Si en algún momento, durante su vida, la persona comete un crimen o un acto social aberrante, no lo expulsan ni destierran a modo de castigo, sino que se le lleva al centro del poblado y toda la gente de la comunidad forma un círculo a su alrededor. Entonces… entonan su canción.
Este fragmento escrito por Tolba Phanem es conocido bajo varios nombres: «La Canción Del Niño,» «La Canción De Los Hombres,» «La Canción Del Alma,» y tiene como objetivo evidenciar una diferencia en cuanto a la forma de abordar las dificultades individuales y sociales a través del amor y un sentimiento arraigado de comunidad.
Es verdad que el autoconocimiento es una tarea individual; hoy en día, hay una constante invitación a la autoconstrucción y el interés por el bienestar personal, pero el trabajo del ser humano no es meramente un cultivo intensivamente a solas.
El psiquiatra vienés, Alfred Adler, mencionó que las cuestiones de la vida quedan subordinadas a los tres grandes problemas siguientes: vida social, trabajo y amor.
Los tres problemas se hallan íntimamente entrelazados y los tres exigen, para su debida solución, un pertinente grado de “sentimiento de comunidad.”
Estos sentimientos tienen sus comienzos desde que el niño nace, la madre – o cuidador – es la compañera más natural y más adecuada en las vivencias de sociabilidad del niño.
Existen dificultades para que este sentimiento se geste en los niños; algunas de ellas pudieran ser por parte de la madre: si es tosca, inhábil o sin experiencia, vuelve difícil el contacto del niño con los demás o, es el caso más frecuente, surgen dificultades si la madre dispensa a su hijo de la obligación de reciprocidad y de colaboración.
Si no se estimula un sentimiento de comunidad en el niño, éste llegará a ser y a considerarse como más o menos incapaz de solucionar los problemas venideros, fijándose solo en su propio bienestar a expensas de que los demás satisfagan sus necesidades.
Otro de los tres problemas, según Adler, es sobre el trabajo, y propone que el hombre con sentimiento de comunidad reconocerá que todos merecemos una equitativa recompensa por nuestro trabajo y que la explotación de la existencia y del trabajo de otros no puede favorecer en ningún caso el bienestar humano.
Por otro lado, donde el sentimiento de comunidad se muestra dotado de poder es en el amor; también el amor es una tarea a repartir entre dos personas. Frente a las dificultades, dos personas tienen su estructura peculiar y no pueden ser resueltas de manera adecuada si se procede al igual que con una tarea para un solo individuo; es decir que también en el amor, en la relación con los hermanos, los padres, la pareja se pondrá a prueba y se conocerá el grado de comunidad de cada individuo, siendo éste un espacio de solución.
Problemas como las toxicomanías, las guerras, el suicidio, el bullying, la violencia, la ansiedad, la alegría por el daño ajeno y la depresión, entre muchos otros, pueden ser vistos y abordados desde la necesidad de incrementar el sentimiento de comunidad.
Este texto tiene el propósito de invitar al lector, educador, médico, psicólogo, ingeniero, maestro, a fortalecer el sentimiento de comunidad en los individuos desde su trinchera, no solo para dotarlos de recursos que los capacite para enfrentarse a los problemas vitales, sino también para estimular un interés hacia los otros, la cultura y los problemas de la humanidad.
Referencias
Adler, A. (1936). El sentido de la vida. Cultura.
“Muchos problemas pueden ser vistos y abordados desde la necesidad de incrementar el sentimiento de comunidad.”
Katya J. Orozco Barba