Por Joaquín Cruz Lamas
La respuesta a esa pregunta depende de a qué aspecto en específico del pensamiento de Maquiavelo nos estemos refiriendo. Si es sobre su visión del ser humano, probablemente no, ya que era en extremo pesimista. Si hablamos sobre la tan trillada frase a él atribuida de “El fin justifica los medios,” quizá tampoco. Pero si hablamos sobre la cruda realidad de la política, entonces quizá sí tenía razón.
Se dice que el emperador Carlos V (I de España) solo tenía tres libros en su alcoba junto a su cama: la Biblia; El cortesano, de Baltasar Castiglione y, por supuesto, El príncipe, de Nicolás Maquiavelo. Algunos dirán que estos tres libros son sumamente dispares; sin embargo, no creo que sea coincidencia que alguien que era consciente de lo cruda que puede llegar a ser la vida en las cortes haya decidido armarse con semejante arsenal.
Admitámoslo, Maquiavelo tiene razón en una cosa: el ser humano, cuando de ambición política se trata, puede llegar a convertirse en la criatura más traicionera, interesada y egoísta del mundo. Precisamente en contra de ello es que quiere advertir a sus lectores en su libro. La obra fue dedicada a Lorenzo de Medici, miembro de la célebre familia que gobernó Florencia durante buena parte del renacimiento. En ella, Maquiavelo quería orientar a su lector para que no fuera presa de las muchas trampas y traiciones que se pueden encontrar en el mundo de la política.
En estricto sentido, Maquiavelo no enuncia la frase “El fin justifica los medios”; no obstante, el sub-texto de toda la obra parece ser ese, y la mayoría de la gente se queda con ese mensaje. Esto se debe a que el libro nos propone que un gobernante no debe de tener miedo a llegar a los extremos que sean necesarios con tal de cumplir con un objetivo: mantenerse en el poder y, con ello, mantener la paz.
La proposición de Maquiavelo puede parecer muy atractiva; sin embargo, muchos pensadores han concluido que no es una buena idea hacerle caso, es decir, que el fin no justifica los medios. ¿Por qué no? Por una cuestión de coherencia. Pretender que medios que sean éticamente reprobables te lleven a fines buenos es en gran medida contradictorio. Si quiero alcanzar un fin bueno con un medio malo, entonces no podré verdaderamente alcanzar el bien, puesto que en el camino ya comprometí la bondad de mi intención haciendo el mal. La cuestión, por supuesto, es muy compleja y digna de debate. Pero creo que podemos afirmar que sería preferible no justificar acciones malas con fines buenos.