Por Katya Orozco Barba
La creatividad trasciende a la persona, transforma la realidad o la crea.
A la hora de jugar, generalmente nos encontramos en espacios donde se da mayor énfasis a la limpieza o a la higiene, sobre todo con niños pequeños. Imaginemos la siguiente escena: un niño pequeño de 6 años coloca pintura amarilla y azul en dos envases distintos. Cuando gira el pincel, salpica pintura en el tapete; después, hace lo mismo con la pintura azul, cuando la gota de amarillo cae sobre la pintura azul, al niño no le causa asombro hasta que con el pincel la revuelve para descubrir el color verde. Cuando el niño explora, se encuentra en un momento crucial en el descubrimiento de las posibilidades que ofrece la vida.
El niño que combinó el amarillo y el azul para crear el color verde obtuvo más recursos con los cuales pintar su paisaje. ¿Qué habría pasado si, al salpicar el tapete, el niño hubiese sido castigado y se le hubieran retirado los materiales por no realizar sus actividades con “cuidado”? No sé cuáles y cuántas preguntas interesantes pudiéramos plantearnos a partir de lo anterior, pero quisiera mirar hacia la creatividad y su posibilidad en espacios cotidianos.
Mientras que para el adulto no es algo nuevo o divertido revolver pintura, para el niño es un hito importantísimo, pues descubre las posibilidades de la vida: al unir dos de sus recursos crea uno nuevo que, a su vez, genera otro. Los mayores logros de la humanidad son también logros de la creatividad y la exploración. La creatividad no solamente habita en las “personalidades”, sino en aquel amante del cambio y de la posibilidad.
Las personas poseen un deseo de explorar, expresar y, sobre todo, crear; si opacamos estas capacidades a través de espacios donde se castigan las actividades que generan desorden y ensucian el entorno para, en su lugar, promover técnicas que únicamente son válidas para quienes castigan, entonces nos encontraremos ante espacios que cancelan la facultad de ser creador.
Como el propio nombre lo dice, la creatividad proviene de la cualidad de crear, es decir, de relacionar o unir elementos, de lo espontáneo. La creatividad es a la humanidad lo que la evolución a todas las especies. Seremos más humanos entre más creativos seamos.
Hoy en día experimentamos rutinas que dan poco espacio a la exploración y a la creatividad; estas rutinas adormecen nuestros impulsos de energía a través del uso de dispositivos como el teléfono celular o las tablets. Este hecho no solo sucede con los niños, sino también con adolescentes y adultos. Es frecuente que cuando papá o mamá están enfocados en sus tareas o incluso cuando quieren descansar o distraerse, les entregan un celular a sus pequeños para que se entretengan con canciones, videos u otras imágenes que si bien atraerán su atención, lo cierto es que esta interacción se reducirá a una experiencia sin sentido en la vida real, a causa de que la proyección no tendrá peso, sabor u olor.
Ahora más que nunca nos encontramos ante la necesidad de plantearnos los problemas que tienen implicaciones a nivel mundial. La creatividad no existe sin considerar el contexto en donde ocurre o las características del producto, de ahí que todo nuestro entorno nos aporte sus recursos particulares, como la ciudad en donde vivimos, sus características ambientales, sociales y sus respectivos “problemas”. La capacidad o habilidad para plantear, identificar o proponer problemas es una condición necesaria para fomentar la creatividad. Si un problema no ha encontrado solución es porque quizá se ha visto con la misma luz; por ello, es importante enfatizar que cualquier “problema” que se pretenda solucionar —de comportamiento, negocios, emocional, hambruna, pobreza— exigirá que reelaboremos el planteamiento desde la creatividad.
La invitación consiste en pensarnos como expresiones vivas, dinámicas, más allá de una constitución rígida y escolarizada. A los cuidadores, padres, maestros, profesionistas les toca asumir la responsabilidad de ofrecer espacios libres para la expresión, para ensuciar, donde la audiencia no sea punitiva, sino motivadora, permisiva de la exploración e impulsora de la expresión sensitiva, movimientos e ideas. Ofrecerle una tablet, un medicamento o un celular a un niño para aquietar su ánimo tendrá sus efectos, como también los tendrá ofrecerle pintura, agua, arena, pasto, piedras, pinceles.
Vamos, pues, a dar permiso a la creación, a la exploración de la vida. Apostemos a los espacios confortables en que las personas puedan interactuar y sentirse a sí mismas, apostemos a las creaciones y sus creadores.
Fuentes de Consulta
Boden, M. (1991). The creative mind. Myths and mechanisms. New York: Basic Books