Por Aldo García Ávila
El pasado 29 de septiembre se realizó el primer debate entre Donald Trump y Joe Biden, al que no pocos críticos y analistas políticos calificaron como un gran desastre, carente de civilidad, pero con un notable impacto en los medios de comunicación y redes sociales. A lo largo de los años, la relación de México con Estados Unidos de América ha sido de amor y de odio; una relación que, además, otros países mantienen en circunstancias similares. En los instantes en que la balanza se inclina al amor, nuestro vecino del norte se convierte en el símbolo de las democracias liberales consolidadas y en un modelo al que aspiran no pocas naciones. Bajo esta representación simbólica, el voto adquiere una dimensión fundamental, de ahí la necesidad de comprender sus implicaciones de cara a los comicios que se celebrarán el próximo 3 de noviembre.
¿Una democracia en declive?
El sistema democrático de los Estados Unidos de Norteamérica es uno de los más antiguos de la época moderna y, a pesar de sus deficiencias, ha sido uno de los más icónicos en el mundo occidental. Al respecto, José Murat señala que el debate entre Donald Trump y Joe Biden reveló algo fundamental: existe un ambiente de incertidumbre a propósito de la eficacia de las elecciones, en especial, para procesar la voluntad de la ciudadanía, permitir una transmisión pacífica del poder y garantizar la estabilidad política. Murat observa que el sistema electoral estadounidense se percibe caduco, pues en los últimos 20 años ha llevado al gobierno a quien, en números absolutos, no obtuvo la mayoría de los votos: Donald Trump, por ejemplo, quedó por debajo de Hillary Clinton con una diferencia de 3 millones de votos.
El panorama se vuelve aún más tenso luego de las declaraciones del propio Trump, quien, al ser cuestionado en repetidas ocasiones sobre la postura que tomará en caso de no resultar reelegido, ha ofrecido respuestas bajo un total suspenso, “No voy a decir simplemente que sí y tampoco voy a decir que no”; ello sugiere que una posible alternancia se dará en condiciones de renuencia y, en el caso más álgido, en un contexto poco pacífico. Incluso, el analista Keith Boykin criticó que Trump calificase las próximas elecciones como un fraude, debido a que habrá un aumento en las boletas por correo. Para Boyklin, este hecho no tiene precedentes, pues ningún presidente ha cuestionado la integridad del sistema electoral estadounidense a solo unas cuantas semanas de las elecciones. Y concluye: “eso es lo que hacen los dictadores, no los líderes democráticos.”
Por otro lado, Steven Levitski y Daniel Ziblatt, investigadores de la Universidad de Harvard, observan que las democracias actuales no se derrumban o son derrocadas, como ha sucedido con otros sistemas de gobierno, sino que colapsan de manera pacífica y gradual, a causa de que se pervierten los propios mecanismos y principios democráticos. Así, el primer debate revela que los Estados Unidos de América deben vigilar y atender la eficacia de su sistema electoral, a fin de garantizar la buena salud de su democracia, que hasta hace algunos años fue ejemplar.
El manejo de la pandemia
Uno de los factores que ha afectado al presidente Donald Trump es el manejo de la pandemia. A la fecha, en los Estados Unidos de América han muerto más de 210 mil personas, una cifra que representa el 20% del millón de muertes que ha dejado la covid-19 alrededor del mundo.
Al respecto, la analista Sarah Elizabeth Cupp criticó duramente a Trump por una de sus respuestas durante el debate. En cierto momento, Biden repasaba las lamentables circunstancias en las que mueren las personas que padecen covid-19, alejadas de sus familiares y en total aislamiento; en el mejor de los casos, algún miembro del personal de salud le acerca un teléfono celular al enfermo para que pueda comunicarse con sus seres queridos y, en no pocas ocasiones, estas llamadas se vuelven también la última conversación con ellos. Mientras Biden planteaba este panorama, Trump atacó con una frase contundente: “Tú habrías perdido a mucha más gente”.
Para Cupp, esta frase reduce la pandemia y sus consecuencias a un mero remate político que le permitió al presidente desviar la atención de los fracasos de su administración en este rubro. En suma, continúa la analista, la respuesta de Trump es una bofetada para todos los estadounidenses que han enfrentado con valor la pandemia, pero en especial para las familias de las personas que han muerto. En un debate que estuvo plagado de escarnios, burlas y difamaciones, continúa Cupp, la respuesta de Donald Trump, “Tú habrías perdido a mucha más gente”, no solo fue un ataque contra Joe Biden, sino contra todo el pueblo estadounidense, en un contexto que revela que el presidente no se ha responsabilizado de la seriedad de la covid-19.
En entrevista con el diario El País, David Remnick, editor de The New Yorker, añade que la pandemia reveló que a Trump realmente no le importa la gente: el presidente será juzgado de acuerdo a la forma en que haya respondido a él, es decir, con cinismo e incompetencia. Y Remnick remata: “Hay mucha gente que ha muerto en otros países, pero Estados Unidos lo ha hecho mucho peor que otros lugares a pesar de los avances en medicina en este país.”
Sí hubo ganadores: la ausencia de propuestas
Para Sarah Isgur, analista política que también ha trabajado en campañas presidenciales, el único ganador del debate fue el botón de silencio en el control remoto del televisor, pues el diálogo se redujo a un parloteo de un ejercicio dialógico que terminó por ser inútil.
Este hecho además revela la ausencia de propuestas: en las intervenciones de alguno de los candidatos, las personas escuchaban más una serie de insultos o pensamientos desarticulados y no planes detallados que mostraran en qué términos se restablecería la economía; en qué condiciones se produciría y distribuiría una vacuna para frenar la pandemia; la posibilidad del regreso a las escuelas, entre otros fenómenos de relevancia actual. Al menos en este primer debate, la ausencia de propuestas fue la gran victoriosa.
Los debates por venir
Durante el debate, se esperaba que el presidente Donald Trump manifestara su posición respecto de los problemas de racismo y el supremacismo blanco, que se han intensificado a lo largo de este año; sin embargo, se mantuvo al margen e, incluso, pareció aprobar la existencia de grupos extremistas cuando se refirió a los Proud Boys, a quienes les dijo que retrocedieran y esperaran, pero nunca los descalificó o rechazó con contundencia. Al respecto, la analista Frida Ghitis señala que el comportamiento de Trump se limitó al de un matón, en una sucesión de mentirías y griterío, actitudes que, de hecho, están en condiciones de agravar el racismo y generar más violencia.
Joe Biden tampoco escapa de los escándalos políticos, entre los que se encuentra una supuesta agresión sexual contra una mujer que se desempeñara como su colaboradora hace 30 años; la singular forma de vida de su hijo, Hunter Biden, le ha acarreado no pocos problemas al candidato; la peculiar toma de decisiones a lo largo de su carrera política, pues votó en contra de la Guerra del Golfo en 1991, pero estuvo de acuerdo con la invasión de Irak en 2003 y, más tarde, se convirtió en un acérrimo crítico de la presencia estadounidense en dicho país. Incluso, Biden recomendó al entonces presidente Barack Obama que no se efectuase la operación militar que concluyó con la muerte de Osama Bin Laden.
Por lo pronto, las encuestas y estadísticas colocan a Joe Biden por encima de Donald Trump, pero aún faltan dos debates más y nada está escrito definitivamente. Como bien señala David Remnick: desde su fundación, los Estados Unidos de América se constituyeron como una democracia imperfecta, pues por un lado pretendían erradicar a toda la población indígena y, a lo largo de su historia, los ideales de libertad han convivido con las persecuciones más violentas hacia grupos sociales específicos; sin embargo, en esta turbulencia, el país ha tratado de alcanzar esa democracia constitucional que se sobreponga a sus defectos. El debate que atestiguamos en días pasados es prueba de ello.