La amistad está inscrita en mi nombre: Marx
Mis primeros años de vida transcurrieron en Calvillo, ese pequeño espacio con aroma a verdadera provincia. En aquel momento, mis papás conocían a un niño, no mayor que yo, de nombre Marx Gómez y fue gracias a él que yo también pasé a ser Marx, solo que yo soy Marx Emmanuel. Incluso, hace algunos meses nos reencontramos y, al reconocernos, la vida me dio una de esas casualidades que no dejan de ser sorprendentes: al igual que yo, Marx Gómez es músico y cantante, la diferencia es que él está en la música banda y yo estoy en el flamenco pop.
Los primeros acordes
La música llegó a través de mi familia. Mi hermano es 7 años mayor que yo y él comenzó a estudiar guitarra en la Secundaria. Entonces yo —a veces con más sigilo, otras veces no tanto— me escabullía para robarle su guitarra y dar los primeros rasgueos e improvisar acordes que ni siquiera existían. Poco a poco, fui practicando con más rigor y seriedad y a los 15 años me di cuenta de que yo me quería dedicar a la música toda la vida.
El flamenco, ese viento de levante que me lleva a todas partes
Es curioso cómo llegó el flamenco a mi vida. Si hago memoria, yo estaba más interesado en convertirme en concertista de guitarra clásica; sin embargo, cuando empecé mi formación a nivel profesional, en la Universidad de las Artes, mi primer Maestro de Guitarra ejercía en el flamenco, ahí fue cuando me empezó a atraer el género. Años más tarde, llegaría a la Universidad de Guanajuato para continuar mi preparación y, una vez más, tuve a un gran Maestro del flamenco. Cuando menos acordé, ya estaba yo muy enamorado del género y aunque disfruto todas sus manifestaciones, me gusta mucho la variante pop del flamenco.
Reconozco que no fue fácil apropiarme de este género, porque es muy difícil. Claro: todos los géneros tienen sus complejidades y, por supuesto, su expresividad propia, su emoción, esos rasgos que los distinguen, ¿no?, pero siempre he creído que en el flamenco el cantante se desgarra para que la canción tenga ese dramatismo o esa alegría que el espíritu gitano exige, no solo en la voz, sino también en las guitarras, que parecieran que van a romperse en cada rasgueo. El flamenco me encanta y me llena el alma.
La música me ha llevado a realizar mis sueños
Hace algún tiempo, tuve la oportunidad de viajar a Colombia y realizar uno de mis más grandes sueños: tocar con los Gipsy Kings, una de las agrupaciones de flamenco más icónicas en la historia de la música. Claro, no iba solo, pues en ese momento yo formaba parte de una agrupación musical y tuvimos la oportunidad de tocar ante 3 mil personas en el Movistar Arena. Fue una experiencia increíble, no solo por el caudal de emociones que viví, sino por los profundos aprendizajes que tuve, el más grande, quizá, ver la fama tal como es.
A nosotros nos tocó ir a entrevistas, ruedas de prensa, el concierto, la algarabía tras bambalinas, la entrega de los fans. Por supuesto que todo eso es muy lindo, pero también hay una cara que no solemos ver, porque está muy escondida y no suele hablarse de ella: después de todo ese bullicio viene un bajón muy fuerte, es decir, fue un bajón muy fuerte para mí y que me caló muy hondo. Me refiero a que la fama es un sacrificio: ser famoso significa dejar de ver a tu familia, abandonar los lugares que te gustan o que frecuentabas; empiezas a comer en hoteles, alejado de las personas que más amas. En mi caso, aprendí a no anhelar la fama.
El anhelo de vivir en el presente
¿Qué es lo que anhelo en la vida? Es una pregunta difícil de responder, pero creo que el mayor aprendizaje que he tenido es el anhelo de vivir al máximo la belleza de cada instante. Yo —lo digo con sinceridad— disfruto cada momento y, claro, las cosas que vayan surgiendo poco a poco sé que las disfrutaré y sabré sacarles el mejor provecho.
La música, por ejemplo, ha sido una de las formas de expresión que me mantienen en la belleza del tiempo presente, además se ha convertido en la base de todo lo que he hecho, me ha llevado a conectarme con más personas.
Y, por otro lado, en esto de vivir al máximo cada instante, el tiempo presente, también he desarrollado la capacidad para desarrollar nuevas habilidades. A veces me preguntan, por ejemplo, cómo lidiar con los nervios. Yo siempre les respondo que es la misma respuesta para muchas preguntas: el mejor consejo es aventarse al ruedo, cuando menos acuerdes te habrás acostumbrado al escenario, a que te vea el público, tu cliente, tus alumnos, entonces los nervios se esfuman.
Emprender un camino como intérprete en solitario
Con el grupo con el que empecé a tocar flamenco, tuve la fortuna de promover el género en la gente joven. En Aguascalientes, creo que ya hay un público adulto que gusta y sigue el flamenco, entonces parte de nuestra labor fue atraer un poco a la gente joven y transmitirles nuestra pasión, entre otros momentos, buscábamos tocar al salir de las corridas de toros.
No fue fácil tomar la decisión, pero mi intención es esa: llevar el flamenco a la capital. La idea es hacer crecer el género. Tampoco es fácil, pero si tuviera que decir algo a propósito de lo que significa tomar decisiones trascendentales, yo incitaría a que busques tu propia estabilidad emocional y económica. No tengas miedo a lo que digan las personas, porque cuando menos lo adviertas, ya tendrás a quienes te estén juzgando y criticando, pero hay que verlos como son: personas que te ayudarán a forjar tu carácter.