Por Rodrigo Díaz de León Martí
México es visitado por millones de turistas anualmente; las cifras son cada vez más altas. Y, aunque la tierra mexicana es vasta y tiene muchas atracciones para ofrecer, cuando se trata de explorar ruinas arqueológicas de la cultura maya, pocos estados son mejores en su oferta que Chiapas. El estado chiapaneco tiene sitios arqueológicos icónicos, famosos por sus emblemáticas edificaciones prehispánicas, como Palenque, Bonampak y Toniná. De entre estas antiguas capitales mayas, surge la cada vez más famosa Yaxchilán, y no es para menos: la experiencia que ella ofrece es un verdadero viaje en el tiempo.
El acceso a Yaxchilán es en bote, navegando el río Usumacinta; una hora en la embarcación construye la emoción aventurera del auténtico explorador. Al desembarcar en la ribera e ingresar en la jungla, se vive la sensación de entrar en un mundo antiquísimo, cuyos secretos se ocultan tierra adentro, tras la tupida cortina selvática. Luego de caminar sobre rocas y lodo por algunas decenas de minutos, se descubren las primeras chozas descubiertas, que marcan la entrada a la antigua urbe maya. Una vez dentro, se goza de una fantástica visión de ruinas y ceibas gigantescas, que casi dotan al ambiente de un aire espiritual. Como pieza central de la zona arqueológica, en alto, está la Gran Acrópolis, cuya vista es un auténtico espectáculo.
Yaxchilán es una joya arqueológica que merece la pena ser visitada, dado que permanece relativamente intacta y, especialmente, porque sumerge al visitante en un oasis ancestral único, cosa que pocos otros sitios logran.