Por Mauricio Luévano Martínez
Todo el mundo se ha visto afectado por la contingencia que el COVID-19 provocó; todo se detuvo y todo cambió. Es un reto el permanecer en casa el mayor tiempo posible, tratando de continuar con nuestras vidas “normales” lo mejor posible.
Pero, ¿qué pasó con esas personas que dedican su vida al servicio de alimentos?, esas personas que se levantan temprano para comprar los mejores insumos en el mercado, los que pueden trabajar incansablemente de pie por jornadas muy largas, los que empeñan todo su esfuerzo y creatividad en crear platillos y compartir experiencias con los demás e incluso tienen aún más trabajo cuando los demás descansan. Ellos, los cocineros, los que ahora, aunque parezca irreal, se vieron obligados a descansar cuando todos los demás también, permanecen en cuarentena, algo que para ellos no es muy común en su día a día. Resulta que ahora les sobra el tiempo; deben permanecer en casa y no saben qué hacer con un día cuyas horas pareciera que no terminan, cuando ellos están acostumbrados a medir el tiempo en comensales.
Prácticamente todos los cocineros, incluyendo los de talla mundial, se vieron obligados a dejar sus uniformes por un tiempo, pero no se quedaron tranquilos; se pusieron el mandil en sus casas, sumándose a un nuevo movimiento gastronómico, volcando las redes sociales, llenándolas de videos de recetas elaboradas en sus propias casas, la mayoría sencillas y económicas, compartiendo algo de sus conocimientos y aportando a su forma ideas creativas para aprovechar el tiempo en familia y alimentarse de una forma adecuada. Ahora, más que nunca, la tecnología se vuelve una herramienta indispensable para mantenerte en contacto con los demás, y la industria de restaurantes no es la excepción; nos han demostrado que, aunque no los podemos visitar como comensales, ellos sí pueden entrar a nuestras casas a través de una pantalla y una vez más compartirnos esa alegría a la que nos tienen acostumbrados.
“Prácticamente todos los cocineros, incluyendo los de talla mundial, se vieron obligados a dejar sus uniformes por un tiempo, pero no se quedaron tranquilos; se pusieron el mandil en sus casas, sumándose a un nuevo movimiento gastronómico.”
Mauricio Luévano Martínez