Por Rodrigo Díaz de León Martí
El encierro social que se ha promovido en el globo ha vaciado las calles de las ciudades de una enorme parte de los vehículos que normalmente transitaban por ellas. Una de las consecuencias de esto ha sido la disminución de los niveles de contaminación urbana, que contribuye significativamente a la lucha contra el calentamiento global y, por ende, al bienestar general de la población mundial. El tráfico reducido en un setenta por ciento, además del beneficio medioambiental que está haciendo, ofrece a los líderes de gobierno una oportunidad que tal vez no se vuelva a presentar en décadas: la mejora de la infraestructura de movilidad.
En un reportaje de la BBC, Gil Peñalosa, fundador y director de la organización sin fines de lucro de planificación urbana, 8 80 Cities, expresó que las ciudades tienen una pequeña pero valiosa ventana de oportunidad para crear redes citadinas de ciclovías sin recibir las usuales quejas que la realización de obras públicas normalmente genera. Los carriles destinados para el tráfico de bicicletas podrían ser construidos exclusivamente para ese fin o también podrían generarse a partir de los que ya están siendo usados para el tráfico automovilístico.
Países europeos ya están soportando esta iniciativa; el Reino Unido anunció que destinará 250 millones de libras esterlinas para la creación de este tipo de vías. Sin embargo, las posibilidades no están limitadas a las bicicletas. Ciudades medianas y grandes, cuyo transporte público no ha podido satisfacer del todo las necesidades de sus habitantes, tienen la valiosa oportunidad de innovar y ampliar el abanico de sus alternativas de movilidad pública, logrando así usar la crisis actual para beneficiar a la sociedad al mejorar la calidad de los servicios públicos y generar nuevos empleos.
“El tráfico reducido ofrece una oportunidad que tal vez no se vuelva a presentar en décadas: la mejora de la infraestructura de movilidad.”
Rodrigo Díaz de León Martí