Por Andrea Monserrath Ramos de la Torre
El mundo está cambiando. Poco a poco, las mujeres hemos conquistado puestos, cargos y responsabilidades que nos fueron negadas por años. Hoy en día, tenemos posibilidades que nuestras abuelas ni siquiera imaginaron o que nuestras madres acaso soñaron. Ahora, nosotras hemos logrado avances para que nuestras hijas accedan a esa realidad en el ámbito laboral. Para ello, ha sido necesario que los cambios inicien e incidan en las conductas y dinámicas más cotidianas hasta llegar paulatinamente a la creación de políticas públicas y, en los mejores casos, a las historias de mujeres exitosas en las diferentes esferas de la humanidad: educación, ciencia, negocios, arte, cultura, sociedad, etc. Si bien en algunos ámbitos estas historias pudieran ser escasas, lo cierto es que marcan un antes y después.
En los negocios, el impacto de las mujeres incluso ha sido medido por el Monitor Global de Emprendimiento (GEM, por sus siglas en inglés), es decir, el más prestigioso y extenso estudio sobre el estado del emprendimiento a nivel mundial. En el informe que dan a conocer públicamente, se reconoce que el número de emprendedoras ha crecido, pues luego de estudiar el contexto de 74 naciones, se destaca a 163 millones de mujeres que han iniciado algún negocio y, además, en 2018 se agregó la variable de mujeres inversionistas.
Por otro lado, estudios recientes del Banco Internacional de Desarrollo (BID) afirman que en América Latina y el Caribe la participación de la mujer es esencial para lograr un crecimiento económico y reducir la pobreza, debido a que sus ingresos van directamente a rubros como la educación, salud y alimentación, dimensiones que están relacionadas con el puesto y rol que desempeña la mujer en el hogar, lo que pone de manifiesto que ya no solo es cuidadora, sino que se ha convertido también en proveedora. La estructura social bajo la que hemos vivido las mujeres nos ha impuesto un sin de dificultades, de ahí que los cambios logrados —algunos con celeridad, otros más lentos— permitan que las nuevas generaciones se arriesguen a conseguir lo que se proponen.
A propósito de esta notable participación de las mujeres en el mundo de los negocios, la economista, presidenta y directora general del Centro para la Innovación de Talento y experta en temas de género Sylvia Ann Hewlett afirma que “el mercado emergente más grande del mundo no es China; son las mujeres”. Esta declaración subraya la idea que planteaba al inicio de este texto: el chip —entendido como una referencia a la manera de pensar, expresarse y desarrollarse— de las mujeres está cambiando, en virtud de que ya no solo se sueña con bodas, maternidad y hogar. Ahora el éxito ha comenzado a medirse de muchas maneras y poco a poco lo vamos aceptando como sociedad: ya no es extraño ver a mujeres que se desarrollan en ciertos ámbitos laborales —como la política, la ciencia o los altos puestos empresariales—, pero sabemos que aún queda mucho por realizar para lograr que las oportunidades que aún son un privilegio para algunas se conviertan en un derecho legítimo para todas.