Por Rodrigo Díaz de León Martí
El pasado 15 de junio, diversos estados pasaron de rojo a naranja en el semáforo epidemiológico de coronavirus – Baja California del Sur, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Durango, Zacatecas, San Luis Potosí, Jalisco, Aguascalientes, Michoacán, Guanajuato, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo – pese a las recomendaciones de organizaciones internacionales como la OMS al gobierno mexicano. Dicha etapa de la transición a la normalidad permite la reactivación del sector turístico; los hoteles pueden operar al cincuenta por ciento de sus capacidades de alojamiento y de áreas comunes. No obstante, el hecho puede ralentizar la mitigación de la epidemia en el país.
Una parte importante del plan de recuperación económica es el ganar de vuelta de la confianza del turista nacional; para lograrlo, se están diseñando y aplicando estrategias en diversas entidades de México. El gobierno de Quintana Roo, por ejemplo, desarrolló un sistema de certificación para validar áreas turísticas libres de COVID-19 en todo el estado y, así, dar la seguridad al visitante de que está en una zona sin riesgos de ser contagiado. Estas medidas buscan rescatar un sector de gran importancia para el país; solo en 2018, la industria del turismo mexicana contribuyó con casi el nueve por ciento del PIB nacional y 2.3 millones de empleos. Además, la Organización Mundial del Turismo advirtió que, si las políticas de permanecer en casa no se relajan a nivel internacional, el sector podría caer entre sesenta y ochenta por ciento a nivel global.
“La Organización Mundial del Turismo advirtió que, si las políticas de permanecer en casa no se relajan a nivel internacional, el sector podría caer entre sesenta y ochenta por ciento a nivel global.”
Rodrigo Díaz de León Martí