N20 | Septiembre | 2021
Por Blackstone Editorial
Un paciente sufre un tumor que presiona y compacta estructuras en el cerebro; a consecuencia de ello, pueden surgir diferentes alteraciones, desde perturbaciones en alguna función vital (por ejemplo, ver, hablar, mover una extremidad) hasta trastornos en la personalidad etc., ¿cómo actuamos ante ello? Primeramente, detectamos que hay algo mal en el cerebro, sin contar con alguna imagen; luego confirmamos la existencia de alguna afección o padecimiento a través de una imagen, y por último intervenimos quirúrgicamente con la mínima invasión a ese paciente, incluso estando despierto, para que resequemos el tumor, teniendo cuidado de preservar todas las funciones vitales y, en tiempo real, verifquemos si estamos irritando o descuidando alguna zona que mueve, por ejemplo, la mano derecha, o bien, si estamos afectando otras funciones vitales.
De esta manera, tenemos los elementos suficientes para decir: “Detente. Sé más cuidadoso. Espera a que el mismo cuerpo del paciente te oriente y te ayude”. Entonces, esperas un momento para después continuar con la resección. Así, realizas la intervención quirúrgica con muchísima seguridad. En tus manos tienes, en apenas un espacio de algunos cuantos centímetros cuadrados, de centímetros cúbicos, algo tan importante como lo es mover la mano derecha; algo tan trascendental como el que la persona sea funcional para el resto de su vida. Es algo invaluable.
Conversamos con el Dr. Felipe Nares López, especialista en neurocirugía de mínima invasión para cráneo y columna con apoyo de técnicas de endoscopía. Uno de los aspectos que caracteriza y distingue su ejercicio profesional es la cirugía en áreas elocuentes mientras el paciente permanece despierto, gracias a manejos anestésicos especiales que permiten intervenciones quirúrgicas de esta naturaleza. Cabe precisar que las áreas elocuentes son aquellas zonas en nuestro cerebro que poseen una alta expresividad funcional, por ejemplo, la zona parietal (lado izquierdo y derecho de la cabeza) controla el movimiento de brazos, piernas y la musculatura facial, o bien, las zonas responsables del lenguaje, ubicadas principalmente en el hemisferio izquierdo. El Dr. Felipe Nares también ofrece servicios transoperatorios de neuronavegación y monitoreo neurofisiológico, así como tratamientos para el control del dolor crónico.
Cuidar la vida y las funciones vitales
Yo elegí la medicina, sobre todo, porque para mí es muy importante preservar las funciones vitales de las personas y ayudarlas en la mejoría del dolor. De hecho, estas son las dos grandes cualidades que me caracterizan.
Muchas personas dan por sentado que tienen calidad de vida; quizá padecen algún dolorcito en alguna parte del cuerpo, pero se llegan a acostumbrar tanto a él que pasa a formar parte de nuestra vida y como quizá no afecta gravemente su vida diaria, optan por ignorarlo.
Lo cierto es que el dolor crónico no es algo que tenga que formar parte de nuestra vida diaria: ese sería un indicio que nos incite a acudir con algún médico general o especialista que nos ofrezca un diagnóstico para tratar esa afección persistente. Por supuesto, también están esos padecimientos graves, más problemáticos, que afectan notablemente la calidad de vida de las personas y que terminan por llevarlas sí o sí con los profesionales de la salud.
Para mí, como neurocirujano, es muy valioso lograr que las personas mejoren su calidad de vida, pues supone una transformación de raíz, que implica tratar ese dolor persistente o esa afección más compleja a través de una cirugía de mínima invasión que garantice la preservación de las funciones vitales. Mi objetivo es que después de la intervención quirúrgica y de los tratamientos postoperatorios, el paciente sea funcional en su totalidad el resto de su vida.
Actualmente, vivimos un momento en el que podemos hacer neurocirugía de altísima calidad, gracias al conocimiento que hemos generado a lo largo de los años y a la tecnología que ha avanzado a pasos agigantados. Desde luego, la alta calidad siempre ha estado presente, a lo que me refiero es que las técnicas, los métodos y tratamientos han cambiado radicalmente respecto de la neurocirugía que se practicaba, digamos, hace 100 años, pues ahora se busca mejorar el ambiente para el cerebro, la médula y los nervios, con la preservación de las funciones vitales: lograr que el día de mañana esa persona que tenía un tumor en el cerebro regrese a sus actividades cotidianas en una dinámica de total funcionalidad, es decir, como si jamás hubiese padecido tal afección.
Y creo que vale la pena hacer una precisión trascendental: yo, como médico, no hago el milagro, quien hace el milagro es el paciente y el cuerpo del paciente. Mi trabajo consiste en mejorar las condiciones para que el cuerpo de cada persona esté en condiciones de realizar el milagro para que tenga una recuperación óptima, espectacular.
¿Neurología o neurocirugía?
Esta es una duda muy común en las personas. Primeramente, tendríamos que precisar que la neurología es una especialidad clínica: se concentra en el estudio, establecer el diagnóstico y el inicio de un tratamiento médico. En este sentido, es una especialidad de observación y comprobación de estudios especializados; es la disciplina que se encarga de la detección y tratamiento de afecciones como el Parkinson, epilepsia, cefaleas, trastornos del ánimo, entre otros.
¿En qué momento intervengo yo como neurocirujano? Cuando el padecimiento se manifiesta con afectaciones estructurales, como sangrado, malformación, tumoración, entre otros síntomas. Al identificar correlaciones entre todos estos indicios y una resonancia o imagen, entonces es cuando tiene lugar la comunicación entre la neurología y la neurocirugía. Dicho de otro modo, yo, como neurocirujano, intervengo quirúrgicamente las estructuras corporales para erradicar la afección que padece la persona.
Vamos con otro ejemplo: imaginemos a una persona que padece alguna alteración en la columna y detectamos problemáticas en la deambulación o en el control de esfínteres, entonces el neurólogo empieza a estudiar el caso, resuelve alguna de las patologías, pero además identifica algo mejorable mediante neurocirugía. Ahí es donde las disciplinas se encuentran para mejorar la calidad de vida de las personas.
El neurocirujano está preparado para tratar quirúrgicamente cualquier tipo de patología neurológica que así lo amerite. Es ahí donde cuesta un poco de trabajo separar una especialidad con otra, porque podemos ver a un paciente, digamos, con problemas de estado de ánimo y terminar con estudios en psicocirugía, claro, con el apoyo de otras disciplinas, como la psiquiatría. Todo dependerá de los diagnósticos y la necesidad de comunicarnos con otras especialidades.
En neurocirugía realizamos muchas cirugías de cráneo, de ahí que la formación académica, el desarrollo de habilidades, de competencias y el entrenamiento sean muy ricos y con una exigencia altísima, pues solo así el profesional de la salud adquirirá las competencias para cada caso en específico y —esto es esencial— concentrarnos en la mínima invasión, con el apoyo de tecnologías como la neuronavegación, el neuromonitoreo y la neuroanestesia.
Considero que hemos logrado conformar un equipo único en Aguascalientes, que tiene toda la capacidad de generar un cambio y una diferencia en el Estado para transformar radicalmente la calidad de vida de las personas.
La pasión por la neurocirugía
La neurocirugía en todo momento es espectacular. Imagínate: consiste en tener pacientes anestesiados, pero que van a despertar a media cirugía para compartir sus sensaciones contigo y trabajar a tu lado, moviendo extremidades, conversando a partir de cuestionarios guiados, con la finalidad de que el equipo de trabajo pueda realizar la intervención con mucha más seguridad, siempre con una máxima: controlar el dolor. El control del dolor es la regla fundamental. Todo ello es parte de los brillos y destellos de mi trabajo diario.
Insisto, la neurocirugía siempre es espectacular y apasionante; sin embargo, lo que a mí más me llena los ojos es ver a mis pacientes en la consulta de seguimiento, porque es en ese momento donde vemos los cambios importantes y profundos que logramos en su vida a través de la intervención quirúrgica.
En la consulta de seguimiento, mis pacientes llegan con otro semblante y con una calidad de vida muy mejorada. Por eso es el momento en el que más satisfecho me siento con mi trabajo: cuando logro que los pacientes tengan un cambio radical en su vida.
Una vocación de servicio
Más allá del entrenamiento y la actitud perfeccionista hacia cada cosa que realizo como neurocirujano, considero que lo que distingue el servicio que ofrezco a mis pacientes es fruto de la educación que recibí desde casa y la forma en que crecí, porque ambas dimensiones terminan por verse reflejadas en la atención, el cuidado y la calidez con la que trato a las personas. Es ahí donde yo creo que realmente puedo hacer la diferencia y lo constatas al construir una relación médico paciente en la que se da un trato muy nutrido, sencillo y que fluye de una forma práctica.
Claro está, me preocupo de contar con la tecnología más avanzada, por actualizarme, mantener una técnica quirúrgica refinada, hacer las cosas con mínima invasión y todo el cuidado posible, pero más allá de eso, busco hacer la diferencia al tener empatía y comunicación con el paciente, porque a cada paciente le debes dedicar todo tu esfuerzo y toda tu concentración. Una vez que llegue la fecha de la cirugía, será tu día y tu momento enfocado a una sola persona: tu paciente.
¿Necesito que me vea un neurocirujano?
¿Cómo puede saber una persona si necesita atención por parte de un neurocirujano? Primeramente, debemos reconocer que no hay un síntoma único o aislado y, a veces, es muy difícil concentrarnos en un solo criterio o una sola indicación.
Lo que quisiera transmitir es que es muy importante actuar ante cualquier cosa que una persona sienta y que no se resuelva o que no se identifique la fuente del problema por los métodos y tratamientos comunes.
El mayor error es cuando dejamos avanzar las afecciones durante mucho tiempo. Nuestro cuerpo es una maravilla y es capaz de realizar hazañas grandiosas, entre ellas, mejorarse por sí solo; no obstante, si después de que pasan varios días no hay avances, es cuando tenemos que acudir con un médico. Ese dolor de cabeza, de espalda, de pierna, esa visión alterada, cualquier sensación o padecimiento que se salga de lo normal, que se salga del ritmo y de las características que normalmente nos identifican son motivo suficiente para consultar a un médico.
Recordemos que consultar es comunicar: tenemos que comunicar, tenemos que transmitir la información para realmente encontrar respuestas, que la mayoría de las veces son sencillas, sobre todo si detectamos la afección en un buen momento, de ahí la importancia de no dejar pasar tiempo ante ningún tipo de sensación anómala que podamos sentir.
Ejercer la medicina con liderazgo
Desde mi formación académica y el entrenamiento que recibí en neurocirugía, me acostumbraron a hacer siempre lo mejor posible y con excelente calidad. Por supuesto, es un compromiso que toma tiempo, que implica recorrer valles, picos y simientes, pero que ante todo exige asumirlo con mucha responsabilidad. Es un gran desafío, pero en equipo, con el apoyo de colegas y de las personas que suman a tu vida, es como logras vencerlo, superarlo. Es muy importante tener bien puestas nuestras metas para que nos convirtamos en líderes de un área, no solo de la medicina, sino de cualquier disciplina humana.
Como mencioné antes, las palabras clave cuando se habla de liderazgo son responsabilidad y cumplimiento de metas. Lo que nos hace avanzar como médicos es fijar una meta y trabajar para lograrlo: en ocasiones son varias metas a la vez y, claro, siempre involucraremos a nuestros pacientes en estas metas, de ahí que la comunicación con ellos es básica, entender su situación es esencial, por eso hay que tomar el tiempo que nuestros pacientes necesitan para que entiendan qué está ocurriendo con ellos, para que comprendan los motivos que los llevaron a nuestro consultorio y qué cosas podemos hacer que se traduzcan en un impacto positivo en su vida. Para mí, esta es una de las formas del liderazgo, porque junto a tus pacientes estableces metas, llegas a acuerdos para mejorar su salud. Todo ello es complicado, pero también es importante y trascendental.
La medicina es un área rica e importante, pues son siete años en los que te rodeas de conocimientos de todas las áreas, ahí es donde cada uno decide con qué se va a enriquecer, en qué se va a especializar. Estos siete años incluyen comunidad, hospital, clases, neurociencias, investigación, entre otros aspectos. Yo elegí la neurocirugía, un camino de seis años envueltos en jerarquía, desvelos y mucho tiempo dedicado solo a esta disciplina. Son maravillosos tanto el tiempo que tú dedicas a las actividades formativas a lo largo de esos años, como la manera en que vas entrando en más y más en las capacidades de abordar el cerebro y la columna del ser humano, porque vas ganando autoridad en el área; quienes tienen más experiencia te conceden el permiso de intervenir quirúrgicamente, te van dando la oportunidad hasta completar tu formación y demostrar que tienes las aptitudes y que las realizas con calidad.
Es una satisfacción enorme, pero ahí no termina, pues yo decidí continuar mi formación en columna, mínima invasión y columna compleja, porque son afecciones muy comunes en la población. Y quiero insistir en que, para mí, el manejo del dolor es importantísimo, cuidar la calidad de vida de las personas, a través del tratamiento del dolor es fundamental. A veces, como médicos nos olvidamos del dolor, pero siempre debemos tenerlo en mente para dar lo mejor de nosotros y erradicarlo en favor del bienestar de las personas.
He estado involucrado poco menos de 14 años en un entrenamiento que no se termina y que continúa con reuniones, congresos, cursos, actualizaciones y estancias. Todo es un ciclo y también un círculo en el que te ves envuelto e inmerso para actualizarte y crecer. Es uno de los aspectos que me encanta de la medicina: no vas a parar nunca.
El valor del agradecimiento
Quisiera destacar la importancia de agradecer el camino, porque no es fácil. El camino está lleno de retos y de metas por superar y es muy agradable que las cosas se logren paso a paso con el apoyo de un grupo, porque solos no vamos a ser ni la mitad de lo que podremos ser en equipo. Y por equipo me refiero sí a la gente con quien trabajas, pero también a tu pareja, tu familia, la gente a tu alrededor, tus colegas médicos, todo eso brinda fortaleza para que seas el especialista y el ser humano que merece tu comunidad.
En ocasiones, miro al pasado para verme frente a frente con aquel joven que fui yo, justo en el momento en que decidió estudiar medicina. Entonces, le digo: “El camino vale muchísimo la pena, es bellísimo, pero toma tiempo, las cosas buenas llevan tiempo. Por eso, te pido que seas paciente: quien se forma en una especialidad médica debe ser paciente, hacer las cosas bien, mantenerse en ese camino y cuidar cada detalle”. Una vez que lo anterior está cimentado, como se dice coloquialmente, el resto sale solo. El éxito llega por sí solo, como fruto del trabajo bien hecho.